Cruz y Ortiz reinventan el Rijksmuseum de Amsterdam
Los arquitectos sevillanos presentan su espectacular proyecto de reforma y ampliación de uno de los grandes museos
Será en primavera del próximo año cuando el nuevo Rijksmuseum vuelva a abrir sus puertas, completamente remozado. Ha sido más de una década de trabajos, no exenta de polémicas, y un presupuesto global que ha alcanzado los 375 millones de euros (la obra arquitectónica ha costado 200 millones). Dentro de la fiebre museística que inunda Amsterdam, pese a la crisis y los recortes en cultura del Gobierno holandés, la joya de la Corona es, sin duda, el Rijksmuseum, museo nacional que alberga algunos de los grandes tesoros del país, como «La Ronda de Noche», de Rembrandt, y cuatro obras de Vermeer. Sus instalaciones habían quedado pequeñas y obsoletas, había que mejorar los servicios y estar preparados para acoger a los dos millones de visitantes que se esperan tras la reapertura en 2013 (antes del cierre recibía 1.100.000).
Fue un caramelo envenenado el que obtuvo en 2001 el estudio Cruz y Ortiz al resultar estos arquitectos ganadores del concurso internacional para reformar el Rijksmuseum. El principal problema ha sido la oposición del colectivo de ciclistas de la ciudad, que en Amsterdam es todopoderoso, y que durante dos años bloquearía el proyecto. Se negaban los ciclistas a que la entrada del museo se instalase en el Pasaje, una galería central con tres naves que ha sido siempre paso de bicicletas.
La solución pactada con todas las partes llegó en 2009: ubica el acceso principal al museo en la gran galería, donde compartirán espacio peatones y ciclistas. Durante los seis primeros meses, tras la inauguración del museo, los ciclistas no podrán pasar por el Pasaje; tampoco durante 80 días al año. No oculta Antonio Ortiz el abuso del colectivo ciclista en este proyecto, lo cual no le ha hecho odiar la bicicleta: «En Sevilla la uso mucho. Soy un ciclista convencido».
Cruz y Ortiz se plantearon el reto de rescatar todo lo valioso del edificio original, eliminando intervenciones pasadas e incorporando las últimas tecnologías, pero preservando el espíritu del XIX. La intervención es bastante neutra. La superficie total del edificio es de casi 30.000 metros cuadrados (10.500 son para exposición). Ambos patios vuelven ahora a abrirse, creando un espectacular y hermoso atrio de 2.250 metros cuadrados. El museo cuenta con 80 salas de exposiciones, restaurante, café, tienda, auditorio y reuniones.
Hay varios edificios de nueva creación. Dos de ellos en el jardín: por un lado, el Pabellón Asiático, rodeado de un estanque, una especie de joyero que acoge la pequeña pero exquisita colección asiática del Rijksmuseum. La fachada es de piedra natural portuguesa y cristal, que contrasta con el ladrillo rojo del edificio principal. Por otro, un pequeño edificio que da acceso al museo a través de un pasillo subterráneo. Hay otros espacios de nueva construcción, como el Atelier Building, que alberga desde 2005 el taller de restauración.
Como dice Wim Pijbes, director del Rijksmuseum, «el museo no solo se está rehabilitando, sino que se está reinventando. Estará a la altura del siglo XXI». Del millón de obras que atesora, se exhibirán tan solo 8.000, prácticamente las mismas que antes de la reforma. «Es un museo de última generación. La idea era hacer un museo mejor, no más grande», explica Antonio Ortiz. «La Ronda de Noche», de Rembrandt, lucirá al fondo de la galería de honor en la primera de las cuatro plantas del museo. Las otras joyas,como los Vermeer, colgarán en las pequeñas alcobas laterales de esta galería.
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