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Alcurrucén y Curro Díaz: triunfo de ley

El toro encastado es el fundamento básico de esta fiesta

Alcurrucén y Curro Díaz: triunfo de ley

ANDRÉS AMORÓS

La noche del 15 de marzo es la «plantá» de las Fallas. Después de un año entero de trabajo, se han colocado las estructuras que soportan los enormes monumentos. En cada barrio, una pequeña procesión transporta los «ninots» hasta la Falla.

Siempre hay que repetirlo: el toro encastado es el fundamento básico de esta Fiesta: sin él, todo se hunde. Hemos disfrutado esta tarde con una gran corrida de Alcurrucén : toros cinqueños, serios, astifinos, repetidores. Fieles al encaste Núñez, algunos han salido fríos. (Comenta un gracioso: «Como yo voy a salir: ¡helado!»). Pero se han venido arriba en la muleta. Segundo, cuarto y quinto, además, han propiciado el triunfo.

El primero, berrendo en colorado, empuja en varas pero se para muy pronto, sólo permite pinceladas de Curro Díaz : menos de lo que necesita, después de su exclusión de Sevilla.

Al cuarto, que se frena, lo lidia excelentemente José Manuel Montoliú (que saludó en el primero, al banderillear). Rompe a embestir el toro, permite que Curro Díaz cuaje una preciosa faena, con excelentes derechazos y naturales, además de algún muletazo por bajo de cartel. Logra una gran estocada: le conceden una oreja que bien podían haber sido dos. Esta vez, no se ha quedado en detalles estéticos, ha dado su talla de buen torero.

Lleva años Matías Tejela mostrando que sabe torear pero parece haberse contentado con eso. Le toca el mejor lote. El segundo, que pone en apuros a los banderilleros, va a más, transmite emoción. Consigue Matías alguna serie limpia con la derecha pero le falta dar el paso adelante. ¡Hoy tampoco nos libramos de las manoletinas! Faena intermitente, rematada con una estocada: oreja.

Otra ha debido cortar al quinto, un toro de gran vibración: va de largo al caballo, empuja; en la muleta, repite, se entrega, mete bien la cabeza. Tejela tarda en cogerle el aire: faena compuesta pero... El toro merecía más.

Alberto Aguilar fue herido y triunfó el año pasado en Valencia. Repite aquí, en mayo, con victorinos. Le toca el peor lote pero muestra toda la tarde su disposición. Recibe con dos largas al tercero, que mansea en el caballo y saca dificultades en la muleta. Aguilar está muy decidido, aguanta parones, consigue naturales de mérito: resuelve con dignidad la papeleta.

Sale el último con mucho gas, da espectáculo en varas, arrea en banderillas pero queda corto, quizá por falta de fuerza. Se dobla con él Alberto, en una faena emocionante, coreada por impresentables gritos del público. (Lamento decirlo, en mi tierra). Falla al matar. Sin trofeos, se ha justificado.

Salimos ateridos (recuerdo a Jardiel: «¡Espérame en Siberia, vida mía!»). Pero contentos: ¡hemos visto toros encastados! La base de todo. ¿Por qué no han elegido las figuras esta corrida? Quizá —diría un mal pensado— por eso mismo.

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