El público del Teatro Real recibe con división de opiniones el estreno de «C(h)oeurs»
Anoche se estrenó en el coliseo madrileño esta propuesta híbrida
JULIO BRAVO
Con división de opiniones recibió el público del Teatro Real esta propuesta híbrida donde un puñado de coros y preludios de Verdi y Wagner se envuelven en una suerte de coreografía firmada por el que sin duda es una de las figuras con más talento ... de la danza contemporánea actual, Alain Platel. Para cuando llegó el final, había abandonado ya la sala un pequeño puñado de espectadores, alguno de ellos con discreción y otros con un poco más de sonoridad. También se había producido algún comentario jocoso desde la platea… Pero el tono general del público fue de respeto a lo que se ofrecía en el escenario, que no es sencillo de describir. Pero habrá que intentarlo.
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Leopoldo Alas describió al Magistral de su grandiosa novela «La Regenta» como un «rostro todo expresión, aunque escrito en griego, porque no era fácil leer y traducir lo que el Magistral sentía y pensaba». Algo así pasa con este «C(h)oeurs», un bonito juego de palabras entre los términos Corazones y Coros. Está claro que Alain Platel tiene un mensaje, pero no está tan claro cuál es. A lo largo del espectáculo hay parlamentos sobre la identidad —«¿Qué significa quién soy yo?»—, ideológicos —«El simplismo es fascismo, y el racismo es simplismo»— y de otras índoles. «La búsqueda de esa unidad sin la pérdida de la individualidad —dice la dramaturga Hildegard De Vuyst, una de las creadoras de este proyecto—, de una política sin la pérdida de la intimidad, de la elocuencia con problemas de dicción, esa es la búsqueda que predomina en “C(h)oeurs”».
Integración
La integración del coro, ese conjunto donde las individualidades persisten pero se diluyen en un aglomerado en búsqueda de un fin común, con la decena de bailarines que participan en el espectáculo pretende ser el símbolo de esa identidad al tiempo común e individual que Platel quiere transmitir, no siempre con éxito.
«C(h)oeurs» es un espectáculo irregular; los diez bailarines de la compañía C de la B —creadores, según reza el programa— de la coreografía visten de rojo y blanco, en contraste con los colores pardos y oscuros de los miembros del coro. Encarnan a personajes al principio con expresión boba,con dificultad de movimientos…
La música, sin embargo, hace crecer la escena y se logran momentos heroicos, de una extraordinaria belleza plástica y un gran poderío, con los miembros del coro cantando desde los laterales del patio de butacas y el escenario casi desnudo, con un único bailarín en él, y los focos apenas unos metros levantados del suelo y apuntando hacia los espectadores…
Música y silencio se combinan en esos momentos para lograr su máxima expresividad… Para después diluirse en una pueril escena donde los miembros del coro, armados con carteles con las palabras que todos los políticos tienen en su repertorio de discursos, van diciendo sus nombres. Alguien, desde un palco, respondió: «¡Presente!», y otro se animó también a gritar desde la oscuridad su propio nombre: «Esteban García».
Lo más destacable es, sin duda, el trabajo de todos los intérpretes. Los diez bailarines tienen una tarea nada fácil y la solventan con tanta calidad como expresividad, lo mismo que el coro, a quien se le exige una constante movilidad escénica, en la que unos se sienten más cómodos que otros, pero que requiere de un compromiso que es, como sus espléndidas voces, magníficos vehículos para la sublime música de Verdi y Wagner, unánime.
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