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Un accidente que cambia la vida de los que rodean a la víctima

RAMÓN PÉREZ-MAURA

El 15 de agosto de 2008 un accidente también cambió la vida de otro Príncipe europeo. Fue en la localidad madrileña de El Molar donde el vehículo de Kardam de Bulgaria y Miriam Ungría, Príncipes de Tírnovo, se salió de la carretera, dio varias vueltas de campana y quedó boca abajo a unos metros de la fachada de un edificio. Desde el primer momento resultó evidente que la gravedad de las heridas del Príncipe Kardam era mucha. Se podía ver que tenía las manos destrozadas. Miriam también padeció heridas y fracturas importantes, pero no irreversibles.

El accidente sufrido por el Príncipe Friso es muy distinto al del Príncipe Kardam, no solo en su origen, sino, con toda probabilidad, en los daños causados. Pero lo que sí pueden tener en común ambos casos es la forma en que los daños sufridos por los Príncipes condicionan sus vidas y las de las personas que les rodean.

Durante los últimos tres años y medio la vida de los Príncipes de Tírnovo ha girado en torno a la lenta recuperación de Kardam. El Príncipe tiene limitados sus movimientos y su capacidad de comunicarse. Su domicilio madrileño ha sido adaptado a esas limitaciones y en él recibe una terapia de mantenimiento físico y de rehabilitación que le ha permitido mantener unas condiciones físicas buenas. En algunos días de fiesta quienes acuden a verle lo han encontrado vestido con un impecable terno diplomático que ayuda a alejar la imagen del paciente con graves daños que probablemente van a perdurar.

Con el buen tiempo Kardam sale al jardín de su residencia madrileña y recibe visitas en él. Algunos fines de semana el matrimonio se desplaza a Riaza, en Segovia, donde tienen la casa de la que volvían a la capital el día de su fatídico accidente. Pero las limitaciones de Kardam hacen difíciles incluso esos desplazamientos a su propia residencia segoviana.

Siempre a su alrededor, su mujer Miriam ha centrado su vida en cuidar de su marido. A él se ha dedicado sin pausa durante los 42 meses transcurridos desde el accidente. Durante algunos de esos meses estuvieron, en 2010, en un centro gallego donde recibió una terapia que ayudó a mejorar su calidad de vida. En ocasiones su salud ha tenido complicaciones, pero las ha superado.

Y sus dos hijos, Borís, de 14 años, y Beltrán, a punto de cumplir 13, han adaptado sus vidas a la realidad de su padre, mientras prosiguen con sus estudios.

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