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«Con la plantación de marihuana somos el Lepe de Cataluña»

Rasquera aprobó ayer instalar un campo de cannabis, en medio de la división de los vecinos

«Con la plantación de marihuana somos el Lepe de Cataluña» INÉS BAUCELSS

JANOT GUIL

«Esto ya está dando vidilla al pueblo y más que dará», afirman algunos vecinos. «Nos da mala imagen. Se van a burlar de nosotros . Con esto de albergar la plantación de marihuana nos hemos convertido en el Lepe de Cataluña», replica Joan Farnós, un profesor de 33 años del Instituto Julio Antonio de Mora de Ebro, al que algún alumno ya le ha vacilado: «Vamos a su pueblo, “profe”, a fumar porros».

Rasquera (Tarragona) está dividido y hay quien quiere promover una consulta popular para decidir si hay que convertirse en una suerte de patria chica de Bob Marley. El equipo de gobierno de este municipio de unos 900 habitantes, cuatro concejales de ERC liderados por el alcalde, Bernat Pellisa, ha decidido remontar la crisis impulsando la instalación de una plantación de cannabis para abastecer a los cerca de 2.000 usuarios de la Asociación Barcelonesa Cannábica de Autoconsumo (ABCDA). Una entidad que pregona el uso terapéutico pero también lúdico del cannabis.

«Somos el primer municipio de España y no sé si de Europa que promueve un proyecto como éste», declaraba a ABC el alcalde a pocas horas de que un tenso pleno extraordinario celebrado en el centro cívico del pueblo —tiene más aforo— se diera el primer paso. Por mayoría del equipo de gobierno y los tres votos en contra de CiU, se aprobó el «Plan de Acción municipal anticrisis para la dinamización económica y social del municipio de Rasquera». Prevé crear un ente público que «mediará» entre asociaciones de consumidores y agricultores.

De entrada, se ingresarán de ABCDA 36.000 euros por la licencia. Luego, por contrato se estipula para el Consistorio de 54.000 euros al mes durante dos años. En total: casi 1,3 millones de euros. «Justo la deuda municipal que arrastramos», esgrime Pellisa. Los terrenos donde se plantarán serán de particulares —ninguno público», asegura—, que los arrendarán a la ABCDA. Además, la asociación se compromete a dar trabajo a 4 o 5 vecinos del pueblo en la plantación y el alcalde estima que se generarán unos 40 empleos más porque con los ingresos se podrán retomar iniciativas económicas que varadas por la crisis. «¡Sí hombre, el negocio lo harán sólo los de la plantación!», respondía un receloso coro de mujeres en el Bar Martí.

En el pleno, el alcalde adelantó que ya hay otra asociación interesada. «¡Hagan números!», espetó a la oposición. Además, denunció la «hipocresía» en esta controversia porque «en Rasquera, como en muchos pueblos de España, ya existen plantaciones, que son ilegales y benefician a mafias».

Un «centro de investigación»

Al margen del autoconsumo de fumadores, Pellisa quiere impulsar un centro de investigación, desarrollo y difusión de los distintos aprovechamientos sociales, industriales, medicinales y ambientales del cannabis.

El alcalde, tras contar con el asesoramiento de dos bufetes de abogados, no ve problema legal, mientras desde la Generalitat nadie dice nada. El Código Penal castiga el cultivo, venta y promoción del consumo del cannabis, aunque no el autoconsumo, que es la rendija para estas asociaciones. «A mí, como si plantan patatas», soltaba un anciano sentado en un banco viendo a los vecinos rumbo al pleno. «Droga, droga, queremos droga», se mofaban unos chiquillos.

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