Carla Royo-Villanova: «El domingo, migas con huevos y la prensa al sol»
Había una vez una princesa que ganó el premio a la empresaria del año y no paraba de trabajar ni los domingos, cuando además tenía que preparar migas con huevos fritos para desayunar toda la familia
ANNA GRAU
Carla Royo-Villanova, princesa de Panagiuristhe por su matrimonio con Kubrat, tercer hijo de Simeón de Bulgaria, nos recibe con el forro polar puesto porque se le ha estropeado la caldera, según cuenta con gran naturalidad mientras ofrece un café y lo sirve ella misma. ... «Es la primera vez que una princesa me pone un café…» , susurra la fotógrafa, arrobada. Efectivamente, impresiona ver por aquí una pared llena de christmas mandados por toda la realeza europea, por allí un famoso retrato pop art de Carla, firmado por Antonio de Felipe, y más allá una jaula donde se acurruca un conejo blanco, mascota de los hijos de la casa, Mirko, Lukás y Tirso. ¿Se puede ser más especial y a la vez más normal?
Esta princesa motera y emprendedora, que va a todas partes en Vespa y que está arrasando con «Carla Bulgaria Roses Beauty», la línea cosmética que lleva su nombre, se nos presenta como una gran curranta a la que nadie ha regalado nada, ni el glamour. De jovencita compaginaba los estudios con pequeños trabajos (desde ser azafata de ferias hasta criar cobayas para vender las crías) «porque no me gustaba pedir dinero a mis padres».
Casada con un príncipe que además es cirujano, en algún momento se encontró con que el paro no perdona ni a la sangre azul y con que el sueldo de ella era el único que entraba en casa. Encima, ese fue el momento en que en la firma de decoración donde trabajaba la invitaron a irse — «¡no me invitaron a irme, me echaron!» — tras dar a luz a su primer hijo. Aquello la abocó a la depresión, pero «con la ayuda de mis amigas, algo que nunca olvidaré», no solo salió adelante, sino que encontró su éxito. Fue directora de Comunicación de Pedro del Hierro y ahora es dueña de una empresa que, prodigio de valor, salió al mercado en 2008, «cuando ya había crisis pero decirlo parecía antipatriótico…». Sonríe con una dulzura que desarma, precisamente porque es compatible con tanta energía.
La parte buena es que es feliz. La mala es que no tiene un minuto libre. Muchos domingos por la tarde desaparecen tragados por la planta carnívora que es toda actividad empresarial vivida en serio. Cuando no está trabajando, Carla Royo-Villanova procura mimar a su familia, que también la mima a ella . «Los chicos saben que entre semana madrugamos mucho, y entonces el domingo son generosos, nos dejan descansar hasta las nueve y media o diez, a veces diez y cuarto», sonríe agradecida. Aunque no hay adolescente en el mundo que haga nada por nada: «Quieren que me levante de buen humor para que les prepare su desayuno favorito, migas con huevos fritos». Más una ensalada de tomate y quesos variados. Viva la dieta búlgara-mediterránea.
Muchos fines de semana se van al pantano de San Juan. Cuando se quedan en Madrid, salen con las bicis, los patinetes, la pelota y el perro Lego a un parque cerca de la tranquila casa donde viven . El paseo acaba con los chicos jugando al fútbol, y ese es casi el único rato para Carla, Carla. Se sienta en un banco al sol junto a su perrito y lee la prensa durante hora y media. Pura delicia de hacer algo despacio. Al volver a casa suele ser Kubrat quien saca el genio culinario y prepara una de sus aclamadas paellas «al más puro estilo valenciano». Por la tarde los niños hacen la tarea —y sus padres les ayudan—, y la empresa de mamá, como decíamos, vuelve a dar guerra.
No parece que a Carla le quede mucho tiempo para aficiones. Practica Pilates y lee menos de lo que quisiera . Antaño «me gustaba mucho pintar, al carboncillo y al óleo, pero ahora no tengo la disponibilidad», constata sin quejarse. Se saca la espina con la fotografía, que le parece una especie de atajo para la creatividad y la emoción.
Entre las fotos familiares, Carla Royo-Villanova guarda enmarcada la célebre imagen del Rey Juan Carlos pasando el brazo por los hombros de Adolfo Suárez, tomada por el hijo del expresidente, Adolfo Suárez Illana. Carla la tiene dedicada por el mismo Suárez Illana. «Me encanta esa foto», afirma admirada. Como si le hubiera gustado hacerla a ella...
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