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Las milicias armadas libias torturan y cometen abusos con total impunidad

Amnistía Internacional denuncia que estos grupos amenazan el futuro del paísLos antiguos revolucionarios aseguran que ellos solo garantizan la seguridad

MIKEL AYESTARAN

«No son milicias, son revolucionarios que siguen en las calles porque el Gobierno es aún débil y no tiene capacidad de dar seguridad a los ciudadanos», repite Salah Aburagiga, ingeniero eléctrico y miembro activo de la resistencia durante la revolución en la ciudad de Zintán. Hoy los grupos de esta ciudad controlan el aeropuerto internacional de Trípoli y se encargan de la vigilancia de los pozos de petróleo del sur del país. «Todo ello de forma voluntaria —nos relatan—: nadie recibe un sueldo a cambio porque es un trabajo por la nueva Libia; hay mucha mala prensa en torno a estos grupos, pero la mayor parte son mentiras».

Salah defiende a los hombres que «dieron su vida por el cambio», cuando se cumple un año de la revolución y crece la preocupación entre unas instituciones incapaces de lograr el desarme de los cientos de «qatibas» (brigadas) que lucharon contra el régimen. Su actuación tras la muerte de Gadafi es examinada por organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional (AI), que ha aprovechado la conmemoración para publicar un duro informe titulado «Las milicias amenazan las esperanzas de una nueva Libia». Detenciones ilegales, torturas, abusos de poder de todo tipo… Amnistía recoge los testimonios de los perdedores, de los que estaban del lado de Gadafi y con los que no ha habido piedad. Y denuncia que los abusos y torturas se dan en un clima de total impunidad.

Y es que, por encima del Consejo Nacional Transitorio (CNT), la seguridad en Trípoli es cosa de los grupos armados de Zintán y Misrata. Con motivo del aniversario y tras las recientes palabras de Saadi Gadafi —tercer hijo del dictador— que anunciaban su regreso para liderar una nueva revolución, «han puesto controles en cada calle, más exhaustivos aún que tras la caída de la capital, pero han recibido la orden de ser amables y no excederse», asegura un empresario libio consultado.

Bengasi, epicentro rebelde

Con la capital en alerta máxima por el temor a acciones de gadafistas, todo el país mira a Bengasi, donde se celebran los actos centrales de la fiesta del aniversario. Allí triunfó la revuelta el 17 de febrero de 2011 y allí se han desplazado las principales figuras políticas del CNT, como su presidente, Mustafa Abdul Jalil, que pidió «unas celebraciones sencillas y sin armas». A diferencia de Trípoli, en la segunda ciudad del país las brigadas revolucionarias llevan distintivos del Ministerio de Defensa.

Ahmed Binasser, mecánico de 43 años que luchó en las filas de la brigada «Mártires de Zawiya», vigila estos días uno de los accesos principales de Bengasi «para evitar problemas en las celebraciones». Y reflexiona: «Necesitaremos aún tiempo para incluir a todos los rebeldes dentro del marco oficial. En el este ha sido más sencillo, ya que el levantamiento fue total y hemos tenido un año, pero en el oeste costará más porque había más gente pro Gadafi».

La transición discurre «con más lentitud de lo que le gustaría a la gente, que soñaba con grandes cambios inmediatos», apunta un diplomático europeo, que subraya «la poca disposición de las milicias a desarmarse», pero lo relaciona más «con el miedo ante el descontento popular que con el posible regreso de elementos del antiguo régimen». Para intentar combatir el desencanto el CNT ha aprobado una ayuda de 2.000 dinares (unos 1.200 euros al cambio) por familia con motivo del aniversario, una especie de placebo para la sangría económica que sufre el país, pese a la recuperación del sector petróleo, que está al 80 por ciento de su capacidad, con 1.300.000 barriles diarios, muy cerca ya de los 1.750.000 barriles que se extraían antes de la revuelta.

Libia mira hoy al pasado con la vista puesta en un futuro marcado por la cita electoral de junio. Las autoridades provisionales preparan los comicios generales, y los Hermanos Musulmanes harán público en los próximos días el nombre de su partido político, el favorito para alzarse con la victoria.

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