Se pintó en el taller de Leonardo al mismo tiempo que el original
La restauración y el estudio técnico de esta copia, que pudo realizar uno de sus discípulos, desvelan detalles que no se aprecian en la obra del Louvre
NATIVIDAD PULIDO
Sólo hay un cuadro en el mundo capaz de generar tal expectación —en minutos se convirtió en Twitter en trending topic mundial— sin ser él siquiera la noticia. La noticia lo era su copia. La Mona Lisa hace mucho tiempo que dejó de ser ... una obra de arte para convertirse en un icono universal. Esta es la reconstrucción de un día leonardesco. La alerta saltó ayer por la mañana cuando la web del mensual especializado «The Art Newspaper» se hacía eco de que el Prado atesora entre sus fondos una copia de «La Gioconda». Hasta ahí ninguna novedad, pues se sabe desde 1666, gracias al inventario del Alcázar de Madrid, que había en las colecciones reales un retrato de una dama risueña pintada al estilo de Leonardo. Y en el mundo salen copias de la Mona Lisa hasta debajo de las piedras.
Pero había más. Hace unas semanas se celebró en la National Gallery de Londres, coincidiendo con la gran exposición que le ha dedicado este museo al maestro, un simposio internacional, al que acudió, por parte del Prado, Ana González Mozo, del departamento técnico del museo. Allí dio la primicia ante los especialistas: durante la limpieza y restauración de esta copia de «La Gioconda» —comenzada hace dos años a causa de la petición del Louvre para una exposición—, fueron apareciendo, bajo el fondo negro del cuadro, colores, formas, paisajes... Se mostró una fotografía con el 90% de la restauración ya terminada. Además, se informó del estudio técnico de la obra. El cuadro no está pintado sobre roble, como se creía (de ahí que se atribuyera a la Escuela Flamenca), sino sobre nogal, utilizado por los artistas italianos del Renacimiento. La gran sorpresa llegó con el dibuyo subyacente de la pintura. Al compararlo con el que hay bajo la obra original de Leonardo comprobaron que, aparte de ser ambos muy similares, tiene los mismos cambios o arrepentimientos. Ello quiere decir una cosa: que quien hizo la copia debía estar en el mismo taller que Da Vinci, viendo cómo éste la ejecutaba y copiándola «in situ», incluso los cambios. No habría otra forma de conocer en la época el dibujo subyacente de una pintura.
Los barnices del original
Ahí estaba la noticia. El Prado tendría en su colección la única copia del cuadro más famoso del mundo, hecha por un discípulo suyo y posiblemente al mismo tiempo que el maestro pintaba el original. Dado que la imagen de «La Gioconda» original y el fondo del cuadro no se aprecian con nitidez por los barnices que amarillean la superficie del cuadro del Louvre —nadie se atreve a restaurar un emblema como éste—, la copia del Prado permite conocer en profundidad todos los detalles del original.
Entre los asistentes al simposio de Londres (cerrado a prensa), escuchaba atónito Martin Bailey, de «The Art Newspaper», que firma el artículo que ayer se podía leer en su edición digital. A partir de entonces los teléfonos del Prado echaban humo. Todos queríamos ver la copia, hablar con los especialistas, saber más del cuadro... Había nacido una estrella. El propio ministro de Cultura, que ayer presidía el Patronato del museo, fue informado de los pormenores del asunto, pero no se acercó hasta el museo para verlo (el Patronato tuvo lugar en el Casón del Retiro).
16.30 horas. Convocatoria de prensa urgente en el Prado. La expectación era máxima, viendo el número de redactores y cámaras por metro cuadrado. El Prado no tiene un Leonardo, pero esto es lo más parecido, y todos queríamos ver a la nueva estrella del museo. Cuentan que «Las Meninas» enrojecían de envidia en la Sala XII. Nos encontramos con un representante de la Fundación «la Caixa». Bromeamos con él: ¡Qué rápido tiene patrocinio la nueva estrella del museo! Subimos todos al enorme montacargas del museo (incluido el director del museo, Miguel Zugaza, con cara de si no hemos encontrado un leonardo) en dirección al sótano 2 de la ampliación del Prado. Nada más salir de él, sobre un caballete, la enigmática dama nos sonríe. Posa como la actriz más glamourosa de Hollywood. Flashes y más flashes inmortalizan a Mona Lisa Superstar. «Aún no ha concluido su restauración», explica Zugaza, quien confirma que se mantiene la presentación de su informe técnico para finales de este mes.
Una copia muy conocida
Gabriele Finaldi, director adjunto del museo, quiere aclarar una duda: «El cuadro es muy conocido y ha estado mucho tiempo expuesto en sala». Cuenta que, a veces, cuando no lo está, llegan cartas preguntando dónde está la Mona Lisa del Prado. Durante el día de ayer se sucedieron en internet titulares disparatados: que si el Prado había descubierto esta obra, que si el cuadro del Louvre no era el original... Relató Finaldi cómo se hicieron las primeras catas en la superficie del cuadro, pintada de negro en el siglo XVIII por el gusto estético de la época; cómo fue apareciendo el paisaje... Toma el testigo Miguel Falomir, jefe del Departamento de Pintura Italiana y Francesa (hasta 1700) del Prado. Explica que hay diferencias de factura entre la copia y el original, salido de la mano de un Leonardo maduro. Afirma tajantemente: «No hay nada de Leonardo en la copia, pero casi con toda seguridad salió de su bottega (taller). Están hechos por distintas personas, pero tienen los mismos trazos. Cuando se hicieron cambios en el original, también se hicieron en la copia». Es, pues, una réplica realizada en el taller de Leonardo mientras él trabajaba. Aún es pronto, dice, para saber su autoría, pero ya se especula como autores de la copia con sus dos principales discípulos: Andrea Salai —se cree que fue amante de Da Vinci— y, especialmente, Francesco Melzi. «Hay concomitancias entre el proceso técnico de Melzi y el de esta obra». Las medidas de original y copia son muy similares.
Según Falomir, la copia del Prado invita a mirar con otros ojos el original. En ella se aprecian con nitidez aspectos que quedan semiocultos en la obra del Louvre: la cenefa del escote del vestido, los pliegues del velo de la manga, las montañas del paisaje del fondo... Y las cejas. En el original, se han difuminado tanto las cejas de la Mona Lisa que parece que no tiene. Gracias a la obra del Prado comprobamos que sí las tiene. También su sonrisa aparece en la copia sin ese característico sfumato de Leonardo, acentuado en el original por los barnices oxidados. Almudena Sánchez culminará estos días la restauración de la obra, que se presentará a finales de mes en el Prado y después viajará al Louvre. Allí podrán medirse, 500 años después, original y copia. A su regreso, volverá a colgar en el Prado en una sala plagada de tesoros con Fra Angelico y Messina como vecinos. España también tiene su Mona Lisa.
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