a toro pasado
La importancia de un buen profesor
Igual que cuando el agua pasa al estado gaseoso, no son escasas las propuestas que, más pronto que tarde, pasan a ese estadio conocido como «el sueño de los justos». Y caminan hacia el olvido por causa, algunas veces, de su dificultad para la comprensión y, en otras, por su más absoluta falta de concreción.
Muchos discursos, conferencias y programas servirían como ejemplo de lo anterior, particularmente si el programa es electoral. Por eso, me gustaría ponerle el lazo a los discursos, conferencias y programas que mencionan sin más la importancia de la formación. Muchos dicen que no se puede dejar en el olvido la importancia que para un país tiene una formación adecuada y de calidad. Menos aún en una situación, como la actual, donde las urgencias del corto plazo pueden impedir que miremos un poco más allá.
Formación, adecuada y de calidad, que depende lógicamente de un Estado que asegure el acceso a la misma de todos, siempre que lo merezcan y se quieran esforzar. Y, obviamente también, de un profesorado de calidad. Calidad a la que se empieza a poner números en términos de productividad.
El Presidente Barack Obama lo cuantificó el lunes ante el Congreso norteamericano: un buen profesor incrementa la productividad de sus alumnos a razón de doscientos cincuenta mil dólares durante su completa vida laboral. Sin mencionar otros valores que seguro también les aportará.
Juan Ignacio Sanz es profesor de la Facultad de Derecho de ESADE
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