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CIERRE DE MEGAUPLOAD

Schmitz, un excéntrico sin límites

Se escondía en Nueva Zelanda con un nombre falso hasta ser descubierto en 2010

MICHAEL MCLOUGHLIN

La de Kim Schmitz (Alemania, 1974) es una figura singular. Es un pirata informático con rasgos de empresario que ha acabado por integrar esa raza de multimillonarios que llevan incrustada la excentricidad en su código genético. No es extraño encontrar en Internet, volando de un lado para otro, un puñado de imágenes en las que el fundador de Megaupload aparece posando junto a lujosos yates, sumergiendo su ingente humanidad en un jacuzzi escoltado por una botella de champán o exprimiendo el acelerador de un coche de lujo vetado para el común de los mortales. Schmitz no pasa desapercibido para nadie. Es un personaje pintoresco. A pesar de que se empeñe en adornar todas sus acciones con una expresión de no haber roto un plato en su vida, este informático alemán cuenta con un largo historial que compila condenas en los tribunales y capítulos personales bajo el mismo denominador común: el poso de incredulidad que queda al conocer los detalles de su existencia.

Su currículum comienza cuando con veinte años es condenado a un año de cárcel por fraude informático tras ser arrestado por comercializar tarjetas bancarias robadas. Por esa época, en 1994, fundó la compañía DataSecurity, la que sería la primera aventura de una turbia carrera empresarial. Cinco años más tarde, cuando las conexiones portátiles a Internet eran una utopía en comparación con la tecnología actual, puso sobre la mesa, junto a la empresa IVM Engineering, un dispositivo por el cual los coches de Mercedes-Benz podían acceder a la Red. Sin embargo, este chispazo de genialidad parece quedar sepultado por un sinfín de movimientos impregnados por el escándalo.

En el año 2002, con la Bolsa como escenario, este 'hacker' logró un 'pelotazo' de manual. Se hizo con LetsBuyIt.com, una empresa que iba hacia la bancarrota. Inyectó en las arcas de la compañía poco más de 350.000 dólares, algo que, según sus intenciones, era un simple aperitivo.

Con estas promesas, el valor de las acciones se catapultó hasta multiplicar por tres su valor. Sin embargo, la inversión multimillonaria jamás llegó.

Schmitz engañó a todo el mundo: mientras el mercado esperaba el dinero, él vendió sus acciones y ganó millón y medio de dólares. Desapareció del organigrama de la empresa a la que iba a salvar de la suspensión de pagos, que acabó quebrando meses después. Por este y otras acciones empresariales de dudosa legalidad, fue detenido en Bangkok ese mismo año y deportado a Alemania, donde sería condenado a pagar una multa de 100.000 euros y casi dos años de cárcel por uso de información privilegiada.

Yates y jets

Pero todos estos pufos parecen quedar eclipsados por sus múltiples extravagancias. Fanático de los jets, coches de lujo, yates y fiestas, lo que se cuenta de él parece caminar entre la realidad y la leyenda urbana. Sin embargo, la imagen más vista de Schmitz es en la que, vestido de riguroso negro como suele acostumbrar, se le ve participando a toda velocidad en 'Gumball 3.000', un rally de coches de alta gama que consiguió ganar en 2001. Solo la inscripción cuesta más de 20.000 dólares. Lo curioso de esta competición, en la que han participado gente como Damon Hill o Matthew McConaughey, es que transcurre por autopistas europeas, con lo que dar esquinazo a la policía se convierte en un aliciente más de la carrera.

En vídeos colgados en YouTube se le puede ver hablando de sus encontroazos con los Mossos d'Esquadra en 2004. Kim se sorprende en uno de los instantes del vídeo de no poder sobornar a la policía autonómica catalana, que le impuso una multa de 315 euros por conducción temeraria cerca de Barcelona.

Eligió Nueva Zelanda para dar esquinazo a los escándalos y las pesquisas policiales, que no dejaban de escudriñarle a la espera de que cometiese el enésimo de sus delitos. Se escudó en un pasaporte finlandés falso.

Pero no pudo frenar su obsesión por el lujo. Hace dos años, un programa de la televisión de aquel país realizó una investigación sobre su figura después de que hubiese adquirido la mansión más grande de la isla. Una compra que terminó con el plan del informático alemán, que acabó siendo descubierto. Tampoco ayudó el hecho de que saliera de casa con escolta y en alguno de los lujosos automóviles que colecciona, desde un Rolls Royce descapotable a un Cadillac de 1950 de color rosa. Eso canta mucho en un sitio tan tranquilo como el país de los All Blacks.

Estos deslices ocasionaron, entre otras cosas, que se desatasen las investigaciones del FBI. Tras 24 largos meses, culminaron el pasado jueves con el operativo que supuso la detención del alemán y algunos de sus más estrechos colaboradores al frente del universo Megaupload y el resto de páginas que componen el conglomerado empresarial del alemán.

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