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La sabana se muere en la tropical Filipinas

Apenas una veintena de jirafas, cebras y antílopes sobreviven en la reserva de Vida Salvaje de Calauit, ideada hace 35 años por el dictador Ferdinand Marcos como modelo de adaptación de la fauna africana en el Sudeste Asiático

La sabana se muere en la tropical Filipinas ABC

ERIC SAN JUAN (EFE)

Apenas una veintena de jirafas y otras tantas cebras y antílopes forman el legado dejado atrás por el fallecido Ferdinand Marcos en una reserva deCalauit. El mandatario filipino quiso traer la fauna de la sabana africana hasta esta pequeña isla de su país hace 35 años. Y para que su proyecto pareciera más real ordenó expulsar a parte de los moradores del archipiélago y talar los bosques de caña de bambú.

La pretensión de Marcos estriba en convertir la reserva de Calauit en un modelo para la adaptación de la fauna africana en el Sudeste Asiático. Hoy, sin embargo, este prototipo de zoo condena a los animales a muerte por su falta de aclimatación a un entorno hostil sobre el que, además, pende la amenaza de la caza ilegal.

El dictador, fallecido en 1989, y su viuda, Imelda , siempre sostuvieron que su único propósito fue salvar a los animales de la sangrienta guerra civil que se libraba en Kenia durante aquella época.

Con el paso del tiempo ha cobrado peso la hipótesis de que el matrimonio Marcos buscaba hacer dinero con la organización de safaris para filipinos e invitados de alcurnia en este hábitat, de 38 kilómetros cuadrados.

Luchas por el territorio

En 1977, a bordo del «Arca de Noe» fletado por Filipinas arribaron a la isla un total de 15 jirafas , el mismo número de cebras , doce gacelas, casi veinte impalas y varias especies de antílopes que convivirían con unos cuantos ciervos autóctonos en peligro de extinción.

«Nunca nos planteamos traer depredadores porque el espacio es demasiado reducido», explica Froilán Sariego, administrador del parque, en el que comenzó a trabajar nada más ser inaugurado.

Después de más de tres décadas, no queda ni rastro de los antílopes , las gacelas y los impalas , que fueron muriendo al disputarse un hueco para poder subsistir .

«Las primeras en desaparecer fueron las gacelas: no pudieron procrear porque peleaban con los impalas por el hábitat . La isla era demasiado pequeña para los dos», comenta Sariego.

A continuación, cuenta el empleado de la reserva, desaparecieron los topis (unos antílopes similares a una cabra, aunque más grandes). «Solían jugar con las crías de cebra, pero los juegos resultaron ser demasiado violentos porque las cebras tienen más fuerza y muchas crías murieron».

La última especie en desaparecer fue el impala, a causa del acoso de la gente, que en los últimos años se asentó de nuevo en la isla de forma ilegal y vio negocio en la caza y venta de la carne de los animales. Otros moradores los cazaron, simplemente, para decorar sus chozas con la cornamenta, apunta Sariego.

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