Snoopy y Carlitos cumplen 60 años

“El bueno de Carlitos… ¡Sí señor!”, “El bueno de Carlitos…”, “¡Cómo le odio!” Así arranca, en riguroso blanco y negro y con ese incondundible trazo que asomó al mundo hace más de medio siglo en siete periódicos estadounindenses, “Lo mejor de Carlitos y Snoopy” (Debolsillo) , antología que celebra, aunque sea con unos meses de retraso, el sesenta aniversario de Charly Brown y su inseparable perro Snoopy , Linus, Sally y demás personajes ideadas por Charles Schulz (1922-2000).

Sesenta años que no son nada para una serie que, aparecida el 2 de octubre de 1950, abrió una gran brecha en el cómic para alejarse de los superhéroes de acción y crear un nuevo espacio poblado por niños (y animales) sorpredentemente reflexivos con los que Schulz, puntual a su cita con la viñeta hasta la víspera de su muerte, quiso retratar la imaginación y la derrota para una generación obligada a lidiar con el sueño americano.

Es así como Schulz pasó de profesor de arte con una vida tirando a solitaria -"creía que era imposible dibujar una tira cómica feliz, y en realidad era muy dado a decir que la felicidad es una canción triste", explicaba en su día David Michaelis, autor de la biografía "Schulz, Carlitos y Snoopy" (Es Pop, 2009) - a dibujante multimillonario por obra y gracia de unos personajes que, comandados primero por el siempre abatido Charly Brown y eclipsados más tarde por el más ingenioso y soñador cánido de la historia del cómic, no tardaron demasiado en convertirse en iconos generacionales.

No hay más que echar mano de las mareantes cifras que rodean al universo "Peanuts" - 355 millones de lectores en todo el mundo y casi 18.000 tiras publicadas en 2.600 periódicos de 75 paíse s- para entender su impacto social y las múltiples interpretaciones, desde teológicas y universalistas hasta aquellas que intentaban ligar las viñetas a la vida dómestica de Schulz, a las que se han visto sometidos Snoopy y compañía.

Y también, claro, para entender cómo el tebeo se acabó convirtiendo en una plataforma comercial y Snoopy en una marca que genera no pocos beneficios - 35 millones de euros en 2009 - y que tanto sirve para vender sudaderas, videojuegos o prácticamente cualquier objeto vendible, alimentar mitomanías y, claro, propiciar la aparición de nuevos y jugosos volúmenes como esta antología que repasa algunas de las más célebres tiras de Schulz desde los 50 hasta finales de los 90.