«Siempre tratamos de ser discretos»
La familia del Duque de Palma vive sus días más difíciles. La delicada salud de Juan María Urdangarín complica aún más la situación
«Mi familia siempre ha tratado de mantener la discreción, y en esta ocasión aún más. Yo os entiendo a los medios, pero los medios nos tenéis que entender a nosotros». Mikel Urdangarín , hermano del Duque de Palma, concedió a ABC la primera y única valoración hasta el momento de cómo vive la familia su imputación por las supuestas irregularidades en el «Caso Nóos». El encuentro, breve y frío, tuvo lugar el pasado jueves en Vitoria. Mikel, director del elitista club deportivo Estadio, presentaba unas jornadas técnicas sobre alpinismo y alta montaña. Apareció veinte minutos antes de la hora prevista, silbando, con bandolera cruzada a la espalda y aire deportivo. Pero fue interpelado por los periodistas sobre la investigación que dirige el juez José Castro sobre su hermano y su rostro endureció. «Este no es el lugar ni el momento», zanjó. Tenso, pero sin perder la compostura, se zafó del couché. Algo más tranquilo, fuera ya del alcance de los focos, insistió a este diario: «De verdad, no tengo nada más que decir».
No están siendo días fáciles para los miembros de la familia Urdangarín. La sombra de la sospecha pesa como una losa sobre uno de los apellidos más respetados de Vitoria, donde todos recuerdan que el progenitor, Juan María Urdangarín , además de descendiente del beato Valentín de Berriochoa —patrón de Vizcaya—, fue en su día el todopoderoso director de la caja de ahorros de la provincia. Un apellido, para más inri, cuyo escudo apunta a una saga de «pureza, integridad, obediencia, celo y firmeza», según la tradición heráldica.
Presión sin precedentes
Pero la imputación del Duque de Palma junto a su socio en el Instituto Nóos, Diego Torres , por una presunta apropiación de fondos públicos ha desafiado la honorabilidad y estabilidad de los Urdangarín, que viven sorteando como pueden el foco de las cámaras. Desde hace semanas se cierne sobre ellos una presión mediática sin precedentes —ni siquiera comparable a 1996, cuando se anunció el enlace matrimonial de Iñaki con la Infanta Doña Cristina —. «Antes salían a cada rato, ahora apenas se les ve», repiten los vecinos de la tranquila urbanización de Vitoria, donde hace 32 años se instaló el matrimonio formado por Juan María Urdangarín y Claire Lieabert y sus siete hijos. Hoy residen en la ciudad tres de las hermanas —Clara, que da clases en la Universidad del País Vasco; Laura, que es química y Lucía, secretaria— y Mikel. Este último accedió a la dirección del club deportivo, donde suelen ir a nadar los políticos y empresarios de la ciudad, cuando «el PNV colocó al padre en la Caja Vital», según apuntan dirigentes de distintos partidos.
El nombre de los Urdangarín está hoy en boca de todos y en internet los expedientes académico y militar de Iñaki circulan libremente. Además, la investigación judicial ha salpicado también a Mikel, por el presunto cobro de 12.000 euros del dinero público que habría captado su hermano a través de su fundación.
La visita del Duque
A escasos cien metros del club Estadio se sitúa la casa familiar. Estamos en la zona noble de Vitoria, muy cerca de la residencia del lendakari, rodeada de amplios paseos y jardines, donde se les ha fotografiado paseando a los Duques de Palma y a sus hijos cuando vienen al País Vasco. Pero la calma habitual que reina en la ciudad de 240.000 habitantes se ha roto por periodistas y curiosos. Es más, el agravamiento repentino de la salud del padre de Urdangarín, de 80 años, y una foto del Duque tomada el día 3 de enero en el aeropuerto de Washington, levantó las sospechas ante su inminente llegada. Todo fue en vano. No ha habido imagen de la presencia de Iñaki Urdangarín en España. Algunas voces apuntan a que sus pasos se dirigieron a Cataluña, donde vive su hermana Ana. En cambio, fuentes próximas a la familia aseguran a ABC que el Duque de Palma sí llegó a Vitoria, donde permaneció dos días al lado de su progenitor.
Todos los allegados con los que se ha puesto en contacto este diario eludieron «violentar la intimidad» de la familia, aunque coinciden en que es el padre, aquel al que el exdeportista llamaba al terminar cada partido de balonmano, el más afectado de todos. «Su estado de salud ha empeorado y desde verano solo sale de casa en silla de ruedas, siempre con su esposa. Está muy delicado», describe un veterano político que coincidió con él durante su etapa al mando de la Vital. De aquella época se le recuerda como «un gran gestor, pero con un trato humano complicado y soberbio. Conociéndole, esto ha sido un golpe bajo para Juan Mari », concluye la misma voz.
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