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«Acordes rotos» rescata la historia de treinta y tres grandes músicos

MANUEL DE LA FUENTE

Era un chaval en busca de la vida, un adolescente tras un sueño, un quinceañero que alucinaba con la música que su madre ponía en el coche. Era buen estudiante, pero también creía que se aprendía más en un disco de tres minutos que en todas las escuelas del mundo. Aquel sueño juvenil se bifurcaba en dos caminos la Ruta 61, la del blues, y la Ruta 66, la de los espacios abiertos y la tierra prometida. Con los años, aquel chaval se hizo periodista y empezó a firmar como Fernando Navarro.

Desde hace años, Navarro le sigue la pista a esa colosal gramola que son los Estados Unidos, un gigantesco jukebox en el que suenan los angelicales Beach Boys o el infernal Lou Reed. Y del ordenador a su fantástico blog (http://blogs.elpais.com/ruta-norteamericana/) y ahora a las páginas de un libro, «Acordes rotos» (66 rpm Ediciones), con prólogo de Quique González. Estos acordes rotos van por 33 músicos (33 rpm, la mágica cifra rockanrrolera) no tanto malditos como desgraciados. Y desgraciados también los aficionados, pues todos ellos pasaron a mejor vida.

El libro se abre con Bessie Smith y Vic Chesnutt da la última nota. Entre medias, un emparedado para todos los gustos: Robert Johnson, Woody Guthrie, Charli Parker, Buddy Holly, Patsy Cline, Sam Cooke, Roy Orbison, Janis, Jimi, Gram Parsons, Townes Van Zandt, Willy Neville, Jeff Buckley... una formidable colección de ángeles musicales convocados por alguien que, puestos a elegir el disco que le formó en su juventud, apuesta por «Tracks», de Springsteen, «que me abrió de par en par la puerta a otra dimensión musical. Me hizo apasionarme por la música, y desde entonces busqué todos los referentes posibles en relación con ese rock'n'roll. Y hasta día de hoy sigo buscando por un viaje fascinante que toma todo tipo de senderos estilísticos, puntos cardinales y épocas distintas», cuenta Fernando Navarro.

¿Y esa querencia por las tablas de la música que nació en los Apalaches? «Supongo que fue algo natural. Cuanto más música escuchaba, más me sumergía en el impresionante legado musical norteamericano. Es inevitable no hacerlo cuando la música norteamericana ha vertebrado el desarrollo de la música popular occidental del último siglo. Springsteen fue el detonante».

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