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FERNANDO CASTRO FLÓREZ EL ASISTENTE DE LA IMPOSTURA

El rey de la taxidermia artística ha tenido siempre una gran capacidad para camuflar su falta de talento con un dominio aplastante del marketing. Ahora ha conseguido el más difícil todavía al hacer que se discuta sobre la cuestión de los «asistentes», cuando eso es una parida.

Da igual que sus cuadros de «la verdad elusiva» los hagan siguiendo sus planes pseudo-perversos, lo incuestionable es que el resultado es un bodrio manierista. No hay fármacos suficientes en sus estanterías para curar el mal que le afecta: la tendencia a mezclar lo absolutamente banal con la pretenciosidad pseudo-metafísica. Las moscas podrán resucitar a la manera de Lázaro, pero Hirst no dejará de ser otra cosa que un impostor en busca de «sensaciones». Por caridad, no comparemos a los maestros del Renacimiento con este personaje para el que no hay «asistencia» posible.

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