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El distrito rojo se apaga

Con planes de regeneración urbana, el gobierno municipal de Amsterdam ha empezado a comprar propiedades en su barrio más golfo

El distrito rojo se apaga EFE

ENRIQUE SERBETO

El centro de la ciudad de Amsterdam es una colección maravillosa de canales, edificios antiguos, comercios, museos e iglesias históricas. Aunque algunas fachadas estén algo torcidas tras aguantar tres o cuatro siglos sobre un suelo arenoso, el barrio sigue siendo mantenido con esmero, y constituye una de las principales atracciones turísticas de la ciudad. Sucede que en pleno corazón de este centro histórico se encuentra el llamado «red light district» , el «distrito de luz roja», donde el espectáculo del negocio de la prostitución y sus famosas vitrinas se ha convertido en otro elemento más del menú para visitantes. En sus buenos tiempos, los holandeses lo veían como un símbolo de tolerancia ejemplar en el respeto a las costumbres ajenas; ahora, el ayuntamiento no sabe qué hacer para acabar con un negocio del que muchos se avergüenzan.

Según la más rancia tradición calvinista, que los holandeses aplican al pie de la letra, los visillos o las cortinas no son necesarios cuando nadie tiene nada que ocultar. Por ello, en la mayoría de las casas se puede ver desde la calle todo lo que sucede en el interior. Los escaparates del «distrito de luces rojas» son una expresión extrema de esta moral que, en sus orígenes, era todo lo contrario , pura coacción pública sobre las costumbres privadas, a partir de la interpretación más puritana (integrista, diríamos ahora) del cristianismo. Que nadie se alarme, porque ahora, cuando entra el cliente, las prostitutas corren un tupido velo mientras dura la «prestación», de manera que los miles de turistas que vienen a diario a pasearse por las minúsculas callejuelas no saben si detrás de las cortinas se escuchan jadeos y el susurro del correr de la tarjeta de crédito... o si sencillamente se trata de una de las cabinas que van a cerrar para siempre.

Y es que el Ayuntamiento de Amsterdam está tratando de acabar con ese atractivo turístico para que no aparezca en folletos junto a museos o salas de conciertos. El verano pasado ya se dio orden de cerrar el negocio al propietario de 90 de los 120 escaparates, a pesar de que la Justicia ha declarado que duda de que el ayuntamiento tenga base jurídica para ello. La ciudad insiste en que animar a los turistas a que visiten esta zona significa ignorar los problemas asociados a la prostitución . Y que por ello debe informarse al turista sobre la situación real de las trabajadoras del sexo.

De hecho, el Ayuntamiento de Amsterdam no pretende que desaparezca del todo, pues asume que la prostitución seguiría ejerciéndose, pero de forma más sórdida, y probablemente creando más problemas para los vecinos. Lo que quieren es que actividades menos problemáticas, como el comercio o las oficinas, invadan la zona poco a poco, aunque sea a costa de que el ayuntamiento compre los edificios para darles otro uso. Y, para no abandonar el espíritu calvinista, las licencias se retirarán a los propietarios que no pasen un control de probidad.

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