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Noel se abastece de Oasis

Noel Gallagher moldeó en Madrid un espectáculo austero, sobrio, decente, delicioso y acorde a las circunstancias

Noel se abastece de Oasis DE SAN BERNARDO

J. M. SÁNCHEZ

Cinco letras que parieron a una de las bandas más grandes. Cinco que tiene escritas en la frente. Es inevitable. No puede desprenderse de ello. Por mucho que quiera. Y no tan fácilmente. No tan rápido. Si Oasis se decía que sin Liam eran impensables, Oasis sin Noel... no es Oasis. Pero ahí está el legado que atesora su extenso catálogo de canciones que, como autor, puede utilizarlas a su libre albedrío.  

Es cierto, el artista está verde cubriendo todo el escenario, le falta un poco de rodaje, quizás, pero las piernas no le tambalean pese a parecer ahora un tímido aprendiz cincel en mano. Pero sigue siendo un artesano que aprende nuevos recortes en sus trabajos. Un especialista de la marquetería. De los trabajos finos y bien hechos. Con un repertorio repleto de caras B, de un amalgama de éxitos y del repaso por los temas de su debut en solitario «High Flying Birds», Noel Gallagher moldeó en Madrid un espectáculo austero, sobrio, decente, delicioso y acorde a las circunstancias. No triunfó, pero sí convenció.

Ese es, rápidamente, el resumen del concierto del británico en el que grandes clásicos embarrados en acústico mezclados de otros, como «Mucky fingers» o «Little by little» - sonaron enérgicos-, se dejaron caer en La Riviera . Un lleno hasta reventar. Sabe montárselo bien para que, sin hacer demasiados aspavientos, los mocitos madrileños sucumbieran a su encanto y pusieran de relieve la buena compra que habían hecho. Eso sí, un poco escaso. Noel cumplió el guión a rajatabla. Y punto.

Guiños a su anterior etapa

Con guiños a su anterior etapa puso la primera piedra del asunto. Luego surgió la psicodélica intro de una colosal «Everybody's on the Run», del disco debut, que fue el preludio para desgranar, casi ordenadas, el nuevo material. Fue intercalando por esa línea conductora algunos himnos que desataron el delirio como las efectistas «Wonderwall» -al estilo de Ryan Adams- o «Supersonic» , que sonaron esqueléticas, y alguna que otra novedad introspectiva. Musicalmente, demuestra su saber estar para manejarse por dos épocas.

El público madrileño no dejó de vibrar

Esas míticas, desnudas y más sensibleras que de costumbre, fueron coreadas con soltura por el público madrileño, que no dejó de vibrar durante los cortos 90 minutos del concierto. Tras ellas, cayeron «(I Wanna Live in a Dream in My) Record Machine» y «AKA... What a Life!», posiblemente la gran canción para recordar de su etapa en solitario .

El talentoso de la familia sigue demostrando que está en plena forma. Agarra su acústica y pone a todos tiesos. Y no le hace falta tener a Oasis detrás. Aunque se explaye a soltar lastre, es la banda que le encumbró al éxito. Lo tiene tatuado detrás, en la cabeza y en los brazos.Y, como -dicen- es mejor mirar hacia atrás sin ira, sin arrepentimiento, pero con nostalgia... agarró de nuevo su eléctrica para contestar al hambriento de clásicos varios temas de Oasis. Y, cómo no, para poner el broche final una «Don't look back in anger» que rompió algún que otro corazoncito mientras todos, al unísono, ausente la melosa voz de Noel, coreaban el famoso estribillo. Llegó así el clímax y la euforia desbordada para conquistar el Acrópolis madrileño.

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