ENTREVISTA

«En España no solo no se ayuda al empresario, sino que se le demoniza»

Carlos Espinosa de los Monteros, vicepresidente de Inditex, defiende que «es necesario realizar reformas en muchos ámbitos», en especial «en la fiscalidad y el mercado de trabajo», y ve necesario privatizar empresas públicas autonómicas

«En España no solo no se ayuda al empresario, sino que se le demoniza» JAIME GARCÍA

UNAI MEZCUA

21/11/2011
Actualizado a las 06:30h.

El nombre de Carlos Espinosa de los Monteros (Madrid, 1944) es sinónimo de éxito empresarial. Su amplia y fructífera trayectoria engloba desde la presidencia de Mercedes-Benz España a Inditex, pasando por Iberia y la holandesa Arcadis. Uno de los ejecutivos más prestigiosos de España charla con ABC en la sede de la Fundación Rafael del Pino tras presentar su libro «Cosas que me enseñó la vida gracias a la empresa».

—Cuenta en él que llegó a Chicago para formarse como directivo y le pusieron a descargar camiones. ¿Recomienda a todos los ejecutivos conocer la empresa desde abajo?

—Sí. Es una cosa que entonces me irritó y me pareció carente de sentido, pero después me dí cuenta de que es muy útil, porque sirve para valorar el trabajo de otras personas y para tener una visión global.

—¿Es fácil ser empresario en nuestro país?

—Es difícil en todas partes. Es una profesión de riesgo, requiere mucha atención y sacrificio. Pero en España no solo no se ayuda al empresario sino que, en determinados ambientes, se le demoniza. Pero todos saben que para solucionar los problemas que tiene España, en especial el paro, no hay otro protagonista que el empresario.

—Con la que está cayendo, ¿es momento para crear una empresa?

—Siempre hay oportunidades. Hace unos meses estaba en Filadelfia y, al salir del aeropuerto, ví una valla que ponía: «Bill Gates fundó Microsoft en una depresión». Era un mensaje claro a los que piensen que no es momento de emprender, de crear. Solo hace falta tener una idea y esforzarse.

—Defiende que es necesario realizar reformas. ¿Cuáles urgen más?

—Aquellas que afectan a la fiscalidad, para que no castigue el ahorro, la inversión y la exportación; a la organización del mercado de trabajo; y también una reforma de la justicia para que sea efectiva y rápida, así como de la educación. Hacen falta reformas en muchos ámbitos, porque en el mundo que vivimos todo cambia constantemente y no nos podemos parar: parar es retroceder.

—¿Y las pensiones?

—También. Soy partidario de que cada trabajador se vaya construyendo su plan de pensiones. Pero es un tema muy emocional, donde la mayoría de la gente y la totalidad de los políticos responden prevaleciendo el planteamiento político al técnico. También tiene que ver con una ley económica, la de «subestimación de las necesidades futuras»: lo que está alejado en el tiempo no preocupa a los políticos. Hasta que el sistema no explote no se le prestará la atención debida.

—¿Qué opina de la reforma laboral?

—No se ha hecho ninguna reforma laboral, ¡así de claro!

—Se entiende que considera necesario flexibilizar más el empleo.

—Un empresario no tiene ningún interés en despedir a gente que se ha formado, que sabe un oficio y que hace bien su trabajo. Además de otras cosas, pierde tiempo y dinero. Pero no puede estar obligado a mantener a los trabajadores que tiene en todo momento con independencia de lo que ocurre en el mercado. Si la situación va muy mal, tendrá que despedir. Cuento en el libro que cuando vino a España el presidente de McDonnell Douglas nos contó la facilidad con la que podía responder su empresa a los nuevos contratos con Defensa, o a su cancelación, despidiendo o contratando hasta 10.000 personas dependiendo de uno u otro supuesto. «Si no, habríamos tenido que cerrar cuatro o cinco veces».

—Estando en el INI se privatizaron grandes empresas estatales. ¿Hay que hacer lo mismo con las autonómicas?

—Sin duda. Primero, hay que dejar de crear nuevas empresas a nivel autonómico y municipal, y luego hay que ponerse a pensar seriamente qué sentido tiene que haya empresas públicas en esos ámbitos.

—Defiende que no hay una diferencia tan grande entre gestionar una empresa y un Estado. ¿Debe haber empresarios en el Gobierno?

—Me gustaría que hubiese personas que hayan conocido la economía real, que hayan tenido la responsabilidad de pagar una nómina porque si, como ha pasado últimamente, no hay nadie en el Gobierno que lo haya vivido, es muy difícil que entiendan los problemas en toda su magnitud.Quisiera que el Gobierno estuviera repleto de personas competentes... sean políticos o artistas.

—Dedica un capítulo al liderazgo. ¿Cómo debe ser un buen líder?

—Debe ser consciente y conocer el equipo al que tiene que liderar, inspirarles y dirigirles, ser honesto y servir como espejo en el que se puedan mirar. E inspirar confianza.

—Otorga una gran importancia a los valores. ¿Se están perdiendo?

—Sí. Hay un culto al dinero, a la gloria, al éxito... Ello ha hecho que mucha gente piense que el fin justifica los medios, que da lo mismo hacer las cosas bien que mal. Y eso ha ido en detrimento de los valores tradicionales: el honor, el respeto a la palabra dada, el cumplimiento de las obligaciones...

—Conoce bien la situación empresarial en el País Vasco. ¿Ha habido mejoría tras el anuncio de ETA?

—Allí se ha vivido un proceso realmente doloroso. Muchos empresarios han tenido que emigrar y se han perdido muchas oportunidades. Ahora ha habido una mejora superficial. Que no haya actos terroristas es algo incuestionablemente favorable. Pero dudo mucho de la cuestión política, de su posible evolución en el futuro y la posible radicalización de los discursos nacionalistas.

—¿u máximo éxito empresarial?

—Quizás el haber logrado que la fábrica de Mercedes en Vitoria se convirtiera en la primera empresa industrial del País Vasco. En general, dar trabajo me ha producido gran satisfacción y he sentido gran lástima cuando no he podido contratar a alguien.