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El asesino de los mellizos gallegos alegó «enfado» por la falta de sexo

Javier Estrada no logró acostarse ese día con la madre de los niños, a los que mató por torpes

El asesino de los mellizos gallegos alegó «enfado» por la falta de sexo ABC

ANA MARTÍNEZ

Con un jersey beige con listas, vaqueros y deportivas, el autor confeso del asesinato, —el pasado 21 de agosto—, de dos hermanos de 10 años en La Coruña, empleó un tono desafiante para contarle a la juez lo ocurrido entre las paredes del piso de Monte Alto en el que convivía con María del Mar Longueira, su pareja y madre de los críos. Él quería mantener relaciones sexuales pero a su novia esa noche no le apetecía . El joven, de 29 años, ansiaba un hijo propio. Sus problemas de fertilidad lo tenían aturdido. Cuando su pareja se negó a acostarse con él, se puso «nervioso y muy enfadado».

Se despertó mal. Tenía que hacerse cargo de los hijos de su «mujer», como él la llamaba, mientras ella trabajaba en un restaurante de La Coruña. Quiso explicarles el funcionamiento de un reloj de aguja, pero ellos no sabían interpretar la hora. Esto lo irritó, le pareció de torpes. Adrián y Alejandro eran, como todos a su edad, inquietos, y con cierta hiperactividad. Uno de ellos arrojó un despertador al suelo. El relato, a partir de ahí, pone el vello como escarpias.

Estrada cogió la barra de un armario, Adrián huyó a la habitación y Alejandro a la cocina. Los mató, a ambos, ayudándose del sillín de una bicicleta. Luego los colocó juntos, en la misma postura, con las cabezas giradas como si estuviesen inmersos en el sueño más profundo. «Porque los quería». «Jamás les había puesto la mano encima. Siempre estaba pendiente de ellos, de sus deberes», alegó.

Agencia de contactos

Los testigos corroboraron que mientras duró su relación con la madre de los chiquillos —se habían conocido por una agencia de contactos—, Javier quería que los menores siempre estuviesen estudiando, pero de un modo «patológico». Ni televisión, ni distracciones, ni compartir mesa.

Al centro educativo en el que estudiaban habían acudido ambos a exigir un informe para ingresarlos en un centro. Por bulliciosos. Lo contó la directora, que indicó que Javier hablaba, y María del Mar asentía. La madre también acudió en enero a la administración autonómica para solicitar ayuda, «porque no podían con sus hijos, eran agresivos». Ella está imputada por un delito de omisión de socorro . Negó que los maltratase, aunque algunos testigos declararon que les pegaba. Pablo Bergantiños, el padre biológico de las víctimas, fue juzgado porque no les había pasado la pensión del último lustro. Él se enteró del crimen 24 horas después de que la noticia saltase a la luz, pese a trabajar en un bar en el que salió el tema.

No los veía. Mari, la abuela materna, está rota. Ella convive con David Liste, de 17 años; su otro nieto. Es el primogénito de Mar, de 35, fruto de su relación con un vecino del municipio coruñés de Carballo. David nunca entendió por qué su madre decía que Javier «era el hombre de su vida». A él no le gustaba, y se cambió de hogar.

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