Economía

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G-20, una victoria alemana

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ANÁLISIS

Día 08/11/2011

El G-20 no es un Gobierno mundial y su última reunión en Cannes lo habrá demostrado una vez más. La esperanza de Nicolas Sarkozy, presidente y anfitrión de este año, de cambiar el orden del mundo se ha esfumado: sus proyectos de regular las cotizaciones de las materias primas y de gravar las transacciones financieras se han visto frustrados por la amenaza inmediata de un hundimiento de la eurozona. De la lectura de las minutas de los debates y del comunicado final, se deduce que el G-20 funciona más bien como un foro de discusión general (dónde el mundo hispano está extrañamente representado por Argentina) que, con menor coste, podría llevarse a cabo mediante teleconferencia. Sin embargo, todavía es posible sacar de esta «cumbre» algunas lecciones sobre la situación del mundo y el pensamiento económico dominante del momento.

En primer lugar, el G-20 muestra que todos los Estados son conscientes de su independencia: nadie defiende el proteccionismo en las fronteras, ni una alternativa a la economía globalizada. La «desglobalización» no estaba representada en Cannes, y el movimiento Ocupa Wall Street tampoco. La crisis de 2008, que no ha terminado, a diferencia de la de los años treinta o la de la crisis petrolera de 1973, no ha echado por tierra el consenso económico dominante. Pero en el interior de este modelo existe un debate entre los partidarios de la reactivación pública y los defensores del rigor presupuestario. En esta controversia, Barack Obama, cabeza de puente del clan keynesiano, ha sido claramente dominado por el bando del equilibrio presupuestario representado por Angela Merkel y Corea del Sur. Obama, con su alegato de la reactivación del empleo, se ha visto tan aislado en Cannes como lo está en su país. En el G-20 ya nadie cree que el gasto público conduzca a la prosperidad: Nicolas Sarkozy, pro-Obama en 2009, se ha pasado claramente al bando de Merkel.

Por tanto, el nuevo modelo dominante es la experiencia alemana que podemos describir así: lo que corresponde a los gobiernos no es reaccionar de forma excesiva ante la coyuntura, sino procurar a los empresarios una perspectiva fiscal, social y normativa previsible a largo plazo. Esta experiencia, confirmada en el mundo emergente por la gestión surcoreana, exige también la flexibilidad del mercado de trabajo para permitir que los empresarios se adapten a un mercado mundial fluctuante.

Por tanto, Merkel ha eclipsado a Sarkozy en Cannes, ya que esta política a largo plazo, estable y previsible es la de Alemania, independientemente de qué partido esté en el poder, una seguridad que pocos países ofrecen (salvo China que nunca cambia de Gobierno). En este modelo alemán, hay que tener en cuenta el papel decisivo de un Consejo de Sabios, formado por cinco economistas independientes, encargado de decirle cuatro verdades a cualquier Canciller: este consejo contribuye a que en Alemania el debate económico pase del plano de la opinión al del conocimiento.

La tercera aportación del G-20 de Cannes es significativa: el euro sale vivo de él. El compromiso claro de Francia y de Alemania de perpetuar un euro estable, gestionado por un banco central independiente, con o sin Grecia, ha tranquilizado a los que, antes del G-20, imaginaban un estallido de la eurozona. Este escenario catastrófico, extendido en Estados Unidos y no exento de segundas intenciones, resulta poco creíble a partir de ahora. Es cierto que los países emergentes no se han comprometido a acudir al rescate del euro, pero sus fondos soberanos invertirán en euros si es estable y no a la inversa. Finalmente, señalaremos de paso que la única decisión de verdad que tomó el G-20 fue la de reforzar el FMI. Una decisión fácil e inútil ya que el FMI es un bombero de servicio con un pasado discreto (Rusia nunca ha devuelto el dinero y Turquía sí), incapaz de restablecer el crecimiento. Será más bien siguiendo la escuela «alemana» como saldremos de la recesión: parece que los participantes en el G-20 lo han captado. Los jefes de Estado y de Gobierno nunca hacen autocrítica, pero la mayoría de ellos se sumarán a ella sin confesarlo. En resumidas cuentas, ha sido un buen G-20, pero no era exactamente lo que había en el menú.

GUY SORMAN ES ESCRITOR Y ENSAYISTA FRANCÉS

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