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Un equipo desesperante

El Atlético pierde contra el colista, que jugó con uno menos y remontó dos veces

Un equipo desesperante EFE

JOSÉ CARLOS J. CARABIAS

El Atlético regeneró el viejo hábito de irritar a su afición por todos los medios a su alcance. Lo hizo en un partido esperpéntico en Getafe después de una noche que arrancó dulce: un gol a favor y un jugador más desde el minuto 30. Y dilapidó ese botín a la antigua usanza: el Getafe consiguió tres goles y remontó dos veces. [Así hemos contado el partido]

Pérez Lasa se encargó un día más de llenar de razones a los que crucifican a diario a los árbitros. En treinta minutos, y en un partido medio moribundo por el frío y la despoblación del estadio del Getafe, sacó siete tarjetas amarillas y una roja. Sin una patada ni un mal gesto ni nada que incitase a la violencia. Las malas artes del árbitro y su gesto acomplejado cohibieron a los protagonistas. Cada falta se traducía en una tarjeta. [Estadísticas]

En ese panorama complejo, el Atlético trabajó con mayor comodidad que el Getafe. Gestionó la pelota con criterio hasta que la lógica cedió de su lado. Diego penetró como un rayo por el centro del área y Lopo lo zancadilleó. Penalti y expulsión sin miramientos . Falcao sepultó con su gol el registro que ponía colorado a la entidad: era el único equipo de Primera que no había marcado a domicilio. La cadena de acontecimientos en un minuto hubiera levantado el ánimo de cualquiera. Pero el Atlético no es cualquiera, sino la singularidad en primera persona. El gol aminoró sus pulsaciones, lo apalancó sobre el campo, lo convirtió de repente en una sombra.

Su pequeño waterloo comenzó en una sandez de Tiago, que concedió un segundo lanzamiento a Barrada por una falta cometida sobre la frontal. El francés la clavó fuerte cerca de la escuadra en una estirada fallida de Courtois a mano cambiada.

Se vio entonces cómo el Atlético cojeaba por la derecha, donde el Getafe le regaló la banda al zurdo Antonio López. Se vio también que su equipo tiene unos cuantos agujeros en su entramado defensivo. Protegió mal a su portero en los balones elevados y en uno de ellos, empezó a sudar por desesperación. Míchel peinó una falta tirada desde la derecha y el segundo gol anticipó una noche patética.

Volvió a asomar el Atlético incomprensible, el que acumula decepciones sin importar quién lo entrene o quien juegue, el que hace honor a su apodo de pupas. Contra el colista, con un jugador más y el marcador a favor, se desvaneció. Una flojera lastimosa sin liderazgo, con balones de alivio a la olla. En una de esas, un rebote rescató al Atlético. Gol de Domínguez en rechace de Valera.

El mal menor duró dos minutos. En la siguiente arrancada del Getafe, el árbitro le regaló un penalti de Arda Turan. Diego Castro sentenció con el tercero frente a un espectro.

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