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Los guionistas del Apocalipsis

Mientras el cine español boquea, las series españolas arrasan. Sus autores lamentan la falta de reconocimiento

Los guionistas del Apocalipsis isabel permuy

FEDERICO MARÍN BELLÓN

Para escribir en cine y televisión conviene ser hombre y (solo en ese caso) dejarse barba. El dato se hace obvio para quien asiste al II Encuentro de Guionistas, que termina hoy en Madrid. Otra impresión difícil de evitar es que son una banda de llorones, aunque en cuanto pueden explicarse les sobran argumentos. Es lo suyo. Carlos Molinero («Cuéntame», «El comisario») radiografía el gremio en dos escenas. «Veinte años después, a algún ejecutivo se le ocurre la genial idea de volver a hacer “Cheers” y cuando fracasa, echan a los guionistas». La segunda proporciona el título: «Aunque no haya dinero, nos necesitan. No la industria, el mundo. Somos eternos y permaneceremos. Somos los guionistas del Apocalipsis».

David Muñoz («El barco», «El comisario») dispara en una nueva dirección (habrá muchas): «Yo he trabajado con algún director analfabeto». ¿Cuándo decir basta? «Cuando enfermas», sentencia. «Un compañero no abandonó un proyecto hasta que se le hinchó un testículo». «El huevo estresado», apunta Joaquín Oristrell, quien a su vez dejó «El comisario» harto de las notas de un lector de guiones de Telecinco que le tenía «amargada la vida».

Visto el cariz, parece mejor interrogarlos uno a uno o en pequeños grupos, pero siguen en el mismo plan. Javier Olivares («Los Serrano», «Isabel») también se queja de los «lectores»: «Que un alumno tuyo contratado en alguna cadena y que no ha escrito nada esté tirando tus proyectos... Esto no pasa en ninguna profesión». Olivares dimitió de «Los Serrano» (no fue el único) en desacuerdo con el rumbo que tomaba, hasta su disparatado final. «Cuando un director asume el mando, peligro», resume Natxo López («7 vidas», «Gran Reserva»).

Una solución, para Olivares, pasa por hacerse productor ejecutivo y controlar el producto, aunque «hasta que el cargo se entienda bien no habrá reconocimiento. En trece capítulos, con cuatro directores, alguien tiene que supervisar y mantener un estilo». «El problema es cuando las ideas nacen de mesas de ejecutivos y se transmiten como en el teléfono estropeado», prosigue. «No hay televisión más políticamente correcta, apenas toca temas sociales». «La tele siempre ha sido muy cobarde», afirma López. «Se busca el público generalista, no ofender a nadie». La TDT no ha resuelto nada. «Luego el problema no es el concepto generalista», deduce Olivares. «El público no es tonto. Los programas de corazón son más baratos pero dan menos audiencia».

Tatiana Rodríguez («Águila Roja») condensa en una frase otras dos quejas unánimes: «Casi nunca nos dan el tiempo necesario y luego no se valora el guión». A los guionistas ni se les nombra, no aparecen en las notas, nadie los conoce. Otro problema es la duración de los capítulos, que ya pasan de 70 minutos, y subiendo. «Hay una dilatación en las tramas que no ocurre con las series americanas. Y los cortes de publicidad ya no se pactan. Los meten cuando les da la gana».

Para ser justos, no todo son quejas. Alberto Macías trabaja en «Cuéntame como pasó» desde que se estrenó y apenas puede ser más feliz. Es un privilegiado en una profesión que también sabe ser autocrítica. Lo más curioso es que todo esto suceda con una ministra guionista: «Que me diga qué ha hecho en todo este proceso para defender nuestra labor», salta uno, no importa quién. «Nos queremos muy mal a nosotros mismos», dice Cristóbal Garrido. En los primeros años no conocía ni a cuatro guionistas. No hay conciencia de grupo».

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