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«Para Ricoeur, el amor es tan fuerte como la muerte»

Marcelino Agís publica Conocimiento y razón práctica , una guía de ruta para comprender los entreverados caminos de un filósofo tan complejo como Paul Ricoeur

«Para Ricoeur, el amor es tan fuerte como la muerte» óscar corral

por evaristo amado

Referente intelectual del siglo XX, el filósofo francés Paul Ricoeur (Valence, Charente, 1913; Châtenay, Malabry, 2005) recibe poco más de un lustro después de su fallecimiento una extensa revisión en un volumen, Conocimiento y razón práctica , una guía de ruta para comprender los entreverados caminos de un filósofo complejo que formuló su legado entrelazando escuelas de pensamiento muy diferentes. El libro, obra del profesor de Filosofía de la Universidad de Santiago de Compostela, Marcelino Agís, es la aproximación de un antiguo pupilo y hoy experto en la filosofía de Ricoeur.

Usted convivió con Ricoeur, con el que estuvo, por ejemplo, varias veces en Galicia. ¿Cómo era?

Fue un filósofo activo, que trabajó hasta casi los últimos días de su vida. Tuve la suerte de conocerlo personalmente, muy de cerca, saber de él y de lo que supusieron sus enseñanzas durante casi dos décadas. Traté con Ricoeur desde finales de los años ochenta —en 1989 visitó por primera vez Santiago de Compostela—, hasta el año en que murió, 2005. Entretanto, tuve la oportunidad de viajar con él, visitarlo muchas veces en París... Fui testigo del último año en el que impartió discursos, como profesor invitado en Chicago, en 1990. Allí permanecí con él en el semestre de primavera. También lo acompañé en otros lugares de Europa, sobre todo en países como Alemania, España, Portugal.

Él volvió a Santiago después de su primera visita en el año 1992, para presidir el tribunal de mi tesis doctoral, y posteriormente, al año siguiente, con motivo de una iniciativa en Santiago de encuentros internacionales de Filosofía, organizado por la Sociedad Interuniversitaria de Filosofía, que él presidió con carácter honorario. Fue una relación amplia, tanto en Santiago como en otras ciudades de Europa y de Estados Unidos.

Por su complejidad, adscribir la obra de Ricoeur a una escuela o movimiento filosófico es complicado. Él trató de servirse de la hermenéutica y la fenomenología principalmente, pero ¿cómo podría resumirse su lugar en la historia de la filosofía, su lugar?

Diría que fue un filósofo muy atento a las principales corrientes filosóficas del siglo XX y de principios del XXI. Era un pensador muy abierto al diálogo, que se formó en el ámbito del existencialismo francés, en particular con Gabriel Marcel, y también con el personalismo de Mounier. Sucesivamente, según las épocas y según los periodos, fue estableciendo este diálogo con las principales corrientes: fenomenología, psicoanálisis, estruturalismo, filosofía del lenguaje... Creo que el libro lo que aporta es un hilo conductor para guiarnos en el conjunto de su obra y analizar el conjunto de sus influencias o diálogos que entabló con estas corrientes filosóficas y con los autores que las protagonizaban.

¿Ricoeur tuvo alguna relación o interacción con la escuela de Frankfurt?

Tuvo algún debate, sobre todo con Habermas, pero era un autor más ocupado en su periodo más importante y amplio a la hermenéutica filosófica, muy cercano por lo tanto a filósofos como Martin Heidegger, cono Gadamer. En cambio, mantuvo diálogo intelectual, pero también cierta distancia y disputas filosóficas, con las posiciones de la escuela de Frankfurt.

Ricoeur buscaba desentrañar el doble sentido del lenguaje y sus símbolos, que más apuntan que enseñan.

Ricoeur coincidió con muchos otros filósofos del siglo XX en prestar atención preferente a los problemas del lenguaje, y dentro de estos, a las figuras del lenguaje y a los símbolos. En 1975, publica una obra que ya es clásica en la filosofía del siglo XX, La metáfora viva. También le preocupó el tema de la narración y la construcción de la trama en los libros históricos, literarios y filofósicos, que abordó en una trilogía titulada Tiempo y narración, publicada entre los años 1983 y 1985. Sobre el símbolo, publicó realmente muchos trabajos y libros de interpretación, porque el lenguaje humano es fundamentalmente simbólico. Desvelar los símbolos es hacerse con una parte sustancial de la creatividad humana.

No hay que olvidar que uno de los núcleos de su filosofía es la hermenéutica, es decir, el problema de la interpretación del discurso humano, donde el símbolo ocupa un lugar central desde las fases más arcaicas de la cultura, cuando ya el hombre se expresa a través de ellos; hasta lenguajes más técnicos y actuales, que también son lenguajes simbólicos.

¿Tuvo algún tipo de relación con la corriente de los posmodernos franceses, que defendían la falacia del lenguaje y la futilidad de los sistemas complejos y sistemáticos de pensamiento?

Si entendemos por posmodernidad ese movimiento filosófico de los años ochenta vinculado al «pensamiento débil», podría decirse que fue el maestro de muchos de los autores más jóvenes que luego protagonizaron esta corriente. Pero él no compartió sus postulados. Quiso trabajar en otra dirección.

A Ricoeur el lenguaje le preocupó porque de su interpretación surgía el sentido del hombre y del mundo humano. La parte central de su filosofía, del año 1960 al año 1990, está dedicada a cuestiones de hermenéutica, de interpretación del lenguaje. A él se debe la expresión «maestros de la sospecha», para referirse a Marx, Nietszche y Freud. Es sorprendente el hecho de que aunque Ricoeur no comparta muchas de las tesis de estos autores, todos ellos aprovechan una buena parte de esa intuición de que el lenguaje tiene una parte oculta y debemos esforzarnos en esclarecerla a través de la interpretación.

Ricoeur tenía una visión peculiar de la muerte, cuyo conocimiento mayor consideraba posible a través de la figura del otro, de un tercero...

En el libro realizo un recorrido de toda la trayectoria escrita de Ricoeur, desde los primeros escritos, a finales de los años cuarenta, hasta los últimos escritor, incluyendo una obra póstuma que tituló Viviendo hasta la muerte y se publicó dos años después de su fallecimiento, en el año 2005. En esta obra póstuma hay una reflexión sobre la muerte que recupera de uno de sus primeros libros, Filosofía de la voluntad, y habla de un binomio que sigue siendo hoy muy actual, que es el que se da entre la muerte y el amor. El amor es casi tan fuerte como la muerte porque atañe a la memoria, que es una forma de supervivencia.

¿Qué parte de la obra de Ricoeur cree habría que desarrollar en el futuro?

Santiago fue una de las últimas ciudades a las que viajó, ya muy enfermo, en 2003. Tuvimos una sesión y una comida en La Coruña en la que insistió en que todos siguiésemos pensando tras su muerte en los temas que él trató, en la conciencia de que ningún filófoso agota ninguno de los temas. De alguna forma, más que crear una escuela creó una actitud muy recomendable para unos tiempos en los que debemos encontrarnos en el diálogo y solucionar ese conflicto de interpretaciones del que él hablaba a través de una cierta actitud filosófica, para encontrar un medio a través del que compartir razones. Creo que ese es su legado, construir un pensamiento propio a través de la razón compartida con otras posiciones.

¿Qué recepción tenían de Ricoeur en Alemania?

Va a aparecer muy pronto la traducción inglesa de este libro en la editorial alemana Lit Verlag. Ricoeur tenía una gran aceptación en Alemania. En una seminario celebrado en aquel país al que asistí con él pude comprobar el gran interés que tenía entre los especialistas alemanes en filosofía.

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