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El sueño de Juan Roig cumple 30 años

El presidente de Mercadona repasa en ABC las claves de su trayectoria empresarial y advierte de que «lo que nos llevó al éxito en el pasado no asegura el éxito futuro»

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ALBERTO CAPARRÓS

CREO que a estas alturas todos los empresarios hemos aprendido, por lo menos en mi caso esto es así, que lo que nos llevó al éxito en el pasado no asegura el éxito futuro, y que el inmovilismo se paga caro». La reflexión de Juan Roig (Valencia, 1949), presidente de Mercadona, cobra singular relevancia esta semana, cuando se han cumplido treinta años desde que adquirió a sus padres la empresa familiar, que entonces contaba con una modesta estructura de ocho tiendas en Valencia.

Juan Roig comenzó el 18 de octubre de 1981, con treinta y dos años de edad, a forjar su periplo como emprendedor tras haber obtenido la licenciatura en Económicas. Asumió la dirección de Mercadona, que inició su actividad como empresa independiente, tras comprar junto a su esposa, Hortensia, y sus hermanos Fernando, Trinidad y Amparo, la pequeña firma de ultramarinos que en 1977 habían creado sus padres, propietarios de Cárnicas Roig. Ahora, con la perspectiva que permiten seis lustros de trayectoria, subraya que «la mejor herencia que puedes dejar a los futuros emprendedores son los valores».

En 1990, Juan Roig y su esposa pasaron a controlar la mayoría del capital de la compañía (el 80 por ciento). Fernando Roig (11%), la familia Gómez (7%) y la autocartera (3%) completan el accionariado en la actualidad. Pero antes de llegar a ese punto, Mercadona ya había sido la primera empresa española (1982) que utilizó el escáner para la lectura del código de barras en los puntos de venta. En 1989, el negocio alcanzó presencia en Madrid. Eran, no obstante, tiempos duros. Como hoy, durante la década de los ochenta España sufría una crisis económica brutal, con elevadas tasas de desempleo y unos tipos de interés desorbitados que restringían el acceso al crédito.

En aquel contexto, Juan Roig tomó el mando de una pequeña empresa compuesta por ocho tiendas con apenas trescientos metros cuadrados de sala de ventas. Heredero de una mentalidad empresarial fraguada desde muy joven al cobijo de sus padres —Francisco Roig Ballester (1912-2003) y Trinidad Alfonso Mocholí (1911-2006)—, desde el primer momento tuvo claro que los clientes son sus «jefes». Una jerga que ha calado en la compañía y que forma parte de la esencia del éxito, de acuerdo con los múltiples manuales de empresa que han dedicado sus páginas a Mercadona.

Aprender de los errores

Tres décadas después, Mercadona es líder indiscutible en España en el sector de la distribución comercial —prepara desde hace años su salida inminente al extranjero— y cuenta con 1.340 establecimientos en todo el país. De la misma manera que la estampa de los antiguos establecimientos ha cambiado por una vanguardista línea de tiendas, el destino de la empresa se ha ido moldeando en el tiempo con una vertiginosa capacidad de adaptación a los cambios. De hecho, Juan Roig advierte de que «sólo haciendo las cosas de forma diferente puedes perdurar en el tiempo».

El tránsito hacia el éxito empresarial, sin embargo, no ha estado exento de escollos, errores y cambios de estrategia para hacer frente al «inmovilismo», como admite el propio Juan Roig cuando reconoce que le dolió «no haber visualizado la crisis con anterioridad». Pese a ello, en la actual coyuntura, su figura se ha erigido en el ejemplo del carácter emprendedor en tiempos difíciles. Una filosofía empresarial de la que se han hecho eco investigadores de Harvard, que en abril del pasado año dedicaron un artículo a Mercadona, a la que califican como una de las empresas del sector más productivas del mundo por metro cuadrado. Precisamente, la productividad se ha convertido en la gran obsesión de Juan Roig a lo largo de su carrera. «Productividad y nivel de vida son dos vasos comunicantes. Por ello, en estos momentos de desequilibrio, solo tenemos dos opciones: incrementar la productividad o bajar el nivel de vida. Yo prefiero optar por la primera y adoptar medidas valientes para ello», indica.

Octubres cruciales

Bajo estas premisas, en las tres décadas al frente de Mercadona, ha fundamentado su modelo de negocio sobre una trayectoria personal y profesional en la que el mes de octubre aparece invariablemente marcado en grandes caracteres. Nació un 8 de octubre (ese día reúne a toda su familia); en octubre contrajo matrimonio con Hortensia, que fue su compañera de Facultad; y compró la empresa que ha hecho grande; también en octubre (1993) implantó el Modelo de Calidad Total; y en ese mes de 2008 dio un giro a su estrategia para regresar a la sencillez de los lineales para lograr abaratar costes y reducir precios. Otra de sus obsesiones, precisamente, pasa por que la «sociedad civil asuma que lo que sucede en España es responsabilidad de todos los españoles». Y para ello pone como ejemplo a su propia empresa: una compañía con una cartera de clientes de 4,5 millones de familias. Emplea para ello el símil del ático lujoso que depende de que la estructura del resto del edificio goce de buenas condiciones. Y el edificio que hoy es España presenta defectos estructurales sobre los que hay que actuar, «porque cuanto mejor le vaya al país, mejor le irá a la compañía». Para ello, en su recorrido empresarial Juan Roig ha tomado medidas pioneras, como la igualdad de condiciones laborales para hombres y mujeres, la extensión de los contratos indefinidos para toda la plantilla y la implantación de guarderías gratuitas para los hijos de trabajadores.

El futuro de España

En su afán por arrimar el hombro, la contribución de Mercadona al mercado laboral español será la creación de, al menos, otros 2.000 empleos este año. En 2010, también en plena crisis, generó 1.500 puestos de trabajo hasta alcanzar una plantilla de 63.500 personas. No en vano, para él «es el momento de implicarse en el futuro de España; quizá resulte más cómodo quedarse quieto hasta que escampe, pero personalmente creo que no es una buena opción». Atrás queda una trayectoria de treinta años como ejemplo.

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