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los martes, toros

La resistencia

Los aficionados no somos bichos raros en la sociedad catalana, que nadie tiene derecho a estigmatizarnos, que nadie puede apartarnos como apestados, que nadie tiene superioridad moral para insultarnos

ángel gonzález abad

Durante años, y más tras la prohibición de las corridas de toros por el Parlament en julio de 2010, en esta tierra ha habido una resistencia a esa abolición. Consideran los aficionados que la defensa del toro es la excusa, la hipócrita excusa, del final político de la Fiesta. «¡Cataluña es taurina!» han repetido y repetido este fin de semana en las dos intensas jornadas que hemos vivido en la Monumental. Una resistencia que se cree en posesión de la verdad, en esa verdad que nace de la defensa de la libertad; una resistencia que va con las mismas armas legales que utilizó la Cámara catalana, una resistencia que quiere dejar claro que lo que se ha cometido con el espectáculo taurino es, ante todo, un liberticidio.

Hay caminos que andar todavía para dejar en evidencia aquella triste votación, hay opciones, tan dignas y legales como la decisión de la mayoría de los parlamentarios autonómicos. Ahí, en el horizonte, el fallo del Tribunal Constitucional sobre el recurso del PP; ahí, con la vista en el Congreso, la Iniciativa Legislativa Popular que pretende blindar la Fiesta a nivel nacional; ahí la postura de fuerza que le dieron al Partido Popular de Cataluña los votos en las autonómicas y municipales para ser decisivos para que CiU pueda gobernar.

Por eso, tras el abatimiento que se vivió en la plaza en la tarde del domingo, un dolor se apoderó de los miles y miles de espectadores a la vez que la noche caía sobre el coso barcelonés, una esperanza queda abierta ahora en estos tres frentes. Me decía uno de los jóvenes aficionados que han luchado, y seguirán luchando, por mantener viva la Fiesta, que él no había hecho nada malo, que no era un delincuente, que pagaba las localidades para ver un espectáculo, que pagaba sus impuestos, que se consideraba un ciudadanos ejemplar.

Ahí debe estar la clave de la resistencia. Los aficionados no somos bichos raros en la sociedad catalana, que nadie tiene derecho a estigmatizarnos, que nadie puede apartarnos como apestados, que nadie tiene superioridad moral para insultarnos. Habrán prohibido la Fiesta, pero el sentimiento de cada aficionado no podrán borrarlo fácilmente. Y por eso ahora sigue la batalla por esa libertad cercenada, por esa libertad de ir a los toros que hay que recuperar. Caminos hay...

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