Sergi Arola: «La prohibición abre más brechas entre todos»

—¿Desde cuándo?

—Desde niño. Como con la gastronomía, a los toros hay que tomarles el gusto desde niño. Mi abuela materna era sevillana y le encantaban los toros. Veíamos juntos las retransmisiones de corridas por la tele.

—Le gustan por herencia, vamos.

—Cuando los ves con tu abuela y ella te explica los lances de la fiesta, te das cuenta de que hay algo más detrás que solo poner al toro delante de alguien. Es como cuando la gente critica la alta cocina y no ha ido nunca a un restaurante de alta cocina.

—Ahora prohíben los toros...

—Me parece una pena. Por una pose de cara a la galería se redactó una ley. Es una desacertada decisión que lo único que hace es abrir más brechas entre todos.

—¿A qué se refiere?

—Desgraciadamente vivimos en un país que sigue anclado en conflictos de finales del XIX que no ha sabido superar, y eso es un lastre. No podremos ser un país realmente grande ni explotar el potencial que tenemos, si no superamos estos problemas. Lo que yace detrás es un desencuentro que no se ha aclarado y mientras no se aclare, la cosa seguirá igual.

—¿Entonces se trata de algo más político que animalista?

—Absolutamente, no tengo la más mínima duda. Si fuera animalista, prohibirían comer carne directamente. ¿O qué cuando matan a las vacas y a los pollos no les duele?

—¿Y la política?

—Todo lo que se mezcla con la política acaba ensuciándose, la economía, los deportes; en este caso, la cultura. Muchas veces la política es simplemente el afán de un determinado tipo de gente por controlar al resto.

—Hay gente a la que no le gustan los toros, pero menos le gusta que le prohíban cosas.

—Hay que rebelarse contra el exceso de control del estado. Son muchas las leyes contra las que deberíamos posicionarnos en contra, no sólo ésta.

—La gente que está en contra de la prohibición no pierde la esperanza.

—Siempre tienen la posibilidad de irse a a vivir a Francia, ese país incivilizado, del tercer mundo, que ha considerado los toros como bien cultural inmaterial. Me parece que es de risa que nosotros no lo hayamos hecho. Pero mientras no se solucionen esos complejos, será difícil avanzar en decisiones como ésta.

—Igualmente se extinguirían solos.

—No lo sé, a lo mejor porque la gente deje de ir a verlos o porque la calidad sea cada vez peor, pero por lo menos deberíamos de tener la posibilidad de elegir si ir o no.

—¿Tú irás a la plaza el domingo?

No, porque estaré de viaje, pero si estuviera allá habría intentado ir. En espíritu estaré ahí y tengo muchos amigos que irán.