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Embajadores agoniza por la adicción

La degradación de este barrio ha crecido en el último año tras la llegada de nuevos cunderos que han visto en este «negocio» una salida a la crisis

Embajadores agoniza por la adicción VICTOR LERENA

TATIANA G. RIVAS

La glorieta de Embajadores está desbordada de cunderos —«taxistas» ilegales que llevan a los toxicómanos a poblados donde se trafica con droga— y captadores —personas que indican a los drogadictos en qué vehículos deben subir para ser trasladados a la Cañada Real—. Desde hace siete años, los vecinos de esta zona sufren este negocio en la puerta de sus casas y los problemas inherentes que arrastran cada vez van a mayores: consumo de estupefacientes en la vía pública, prostitución, mendicidad, suciedad y tráfico de drogas.

Ya no pueden más. En el último año han visto cómo toda esta «lacra» se ha incrementado por una razón: la crisis económica y su consecuente desempleo. «Ahora hay muchísimos parados de la construcción, españoles y de países del Este de Europa, que se vienen con su coche para trabajar de cunderos», informan fuentes policiales expertas en la zona. Es «increíble» —apuntan— lo que la necesidad económica y física —producida por la adicción— deja ver en el ya conocido como barrio de las cundas: «Bomberos, policías y ex agentes, profesores de instituto, de universidad, gente adinerada, jóvenes que necesitan pasta y no les da con la paga de sus padres y separados o divorciados» se meten a hacer de taxistas de la droga. Así es el perfil actual del cundero, un «oficio» que llega a reportar entre 2.000 y 3.000 euros mensuales, sin contar el gasto de la compra de sustancias estupefacientes. Cada pasajero les retribuye con 4 o 5 euros para el viaje de ida, la espera y de vuelta.

Desde la Asociación de Afectados por las Cundas de la Glorieta de Embajadores manifiestan que la situación ya es insostenible: «Cada vez hay más atracos, duermen en los coches y la calle está hecha un asco. Encima no se les puede decir nada». Estos residentes protestan por la lucha «unilateral» que llevan librando desde que comenzaron los «embajadores de la droga» a funcionar en la zona. Las reuniones con Delegación del Gobierno y la Junta del distrito no han cesado, pero tampoco ha llegado una solución para este problema social que ha provocado el cierre de decenas de negocios y venta de pisos.

Mejores coches

En la calle Alonso del Barco, la más afectada por el vaivén de cundas, casi todos los establecimientos tienen echado el cierre. «Apenas tenemos alumnos. Cualquiera trae a los niños por aquí. Estamos arruinados. La solución pasaría por peatonalizar esta calle», opina la dueña de una academia de inglés. «Nos encontramos jeringuillas por la mañana, defecan y mean en nuestra puerta, se meten delante de nosotros... hay que echarlos a todos», mantiene con desesperación la propietaria de un bar.

Generalmente, las cundas son fáciles de reconocer. Son coches antiguos y destartalados. Sin embargo, para evitar que las Fuerzas del Orden les asedien con controles y entorpezcan su jornal, cada vez operan con mejores vehículos. «El gitano nunca pone el coche, pero hay personas que compran varios coches viejos, con 7 o 9 años, y se dedican a alquilarlos por 30 o 40 euros al día. Hay monopolios porque algunos tienen tres o cuatro coches. Se llevan mucho beneficio sin mojarse para nada», cuenta un captador. Los propios cunderos reconocen que han llegado nuevos compañeros que respetan menos su ley no escrita: «Hay mucha competitividad porque se roban los clientes».

Aunque Embajadores es el punto neurálgico, donde el clan de Los Gordos, Miguel «el de la iglesia», la «Luci de Pitis» y el «Tsunami» monopolizan el negocio, la nueva hornada de cunderos se está distribuyendo por Sierra de Guadalupe, en Vallecas. La actividad allí también es incesante. La mayoría de los días, el tráfico funciona «sin lógica», como apunta un captador. Más bien, en función de la necesidad. El día 10 de cada mes suele haber más afluencia de público porque es cuando se cobra el paro. El día 25, que se percibe la Renta Mínima de Inserción, también. En cuanto a horarios, el pico se produce en los cambios de turno de la Policía, entre las dos y las cuatro de la tarde.

La Policía poco puede hacer para evitar esta actividad. Su misión se limita a pedir la documentación a los vehículos y si no la tienen en regla se retira el automóvil. Pero nada más. Por eso, los vecinos han decidido concentrarse en la glorieta todos los jueves para protestar por esta actividad.

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