UN MILLAR DE YIHADISTAS EN LA TOMA DE TRÍPOLI
Los islamistas niegan vínculos con Al Qaida
El Consejo Nacional de Transición libio asegura que «no hay nada que temer» sobre la presencia de terroristas entre los rebeldes
La guerra toca a su fin en Libia y el enemigo común que unía a la oposición está desaparecido, fuera de juego. Durante los siete meses de guerra el frente rebelde ha sido un conjunto de milicias independientes donde a los combatientes les unía su lugar de origen. «Cada libio debe luchar por la defensa de su casa, porque no hay nada que se defienda mejor que lo tuyo y no hay terreno que conozcas mejor que el tuyo» , aseguraba a este medio un alto mando militar de las montañas de Nafusa una semana antes de la toma de Trípoli. Las únicas milicias que han trascendido el factor geográfico han sido las islámicas, donde combatientes de todo el país luchaban bajo las órdenes de comandantes con un pasado vinculado a la yihad con la Unión Soviética en Afganistán.
«Decenas de milicias islámicas han jugado un papel esencial en la línea del frente» , asegura un mando rebelde en la capital que pide el anonimato y prefiere no extenderse a la hora de hablar del factor islamista en la revuelta, un tema tabú. Con un número cercano a los mil milicianos, según diferentes páginas web especializadas en yihadismo, los comandos fundamentalistas fueron por ejemplo responsables de la toma de Bab al-Aziziya, el cuartel general de Gadafi y auténtico símbolo del régimen. Al frente de esta operación estaba Abdul Hakim Belhaq, recientemente nombrado jefe militar de la provincia de Trípoli.
Junto a Belhaq, otros comandantes con experiencia en Afganistán como Abdelkarim al-Hasadi o Abu Sufian bin Qumu, ambos originarios de Derna y ex presos en Guantánamo por su presunta vinculación con Al Qaida, han tomado parte activa en una lucha que, con la ayuda de la OTAN, ha terminado con cuatro décadas de dictadura. Cuando se pregunta a cualquier responsable del Consejo Nacional Transitorio (CNT) sobre la presencia de estos islamistas radicales —que en Libia se concentran desde los noventa en el Grupo Islámico Libio de Lucha (LIFG, por sus siglas en inglés)— en sus filas la respuesta es unánime: «No hay nada que temer» .
El ahora tirano Gadafi fue desde 2001 un aliado de la guerra contra el terror de George Bush. Los estadounidenses extraditaron a los presos de origen libios presentes en Guantánamo y el régimen los concentró en Abu Salim. Trípoli logró que el principal grupo de oposición, el LIFG, fuera incluido en la lista de organizaciones terroristas y sus miembros pasaron a convertirse de forma automática en parte de la red Al Qaida, grupo con el que muchos de ellos tuvieron contacto directo en suelo afgano.
Un programa de amnistía basado en el «diálogo y reintegración» e ideado por uno de los hijos de Gadafi, Saif al-Islam, permitió a la mayoría de miembros del LIFG abandonar la cárcel a cambio de la sumisión al sistema en 2010.
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