Seguir al Papa, una aventura
Ni la lluvia ni el calor ni el polvo pudieron con el millón de jóvenes seguidores de Benedicto XVI
GUILLERMO D. OLMO y GUILLERMO D. OLMO
No hay adversidad que frene el poder de convocatoria del Papa. En el aeródromo de Cuatro Vientos ayer por la tarde no se podían ni abrir los ojos. El sudor, el polvo y un sol cegador lo impedían. No había dónde orinar, no ... había una sombra, no había dónde sentarse más que en el suelo. Pese a todo, más de un millón de jóvenes eligieron pasar el día y la noche allí. También eligieron quedarse cuando una fuerte tormenta de verano descargó sobre la inmensa explanada. Y lo hicieron porque querían estar junto a Benedicto XVI .
El clímax de tan inquebrantable adhesión llegó al poco de aparecer el Pontífice en el escenario litúrgico montado en Cuatro Vientos. Entonces, los nubarrones que se habían ido formando durante una tarde tórrida comenzaron a descargar con fuerza. El Papa tuvo que ser protegido con un paraguas y se vio obligado a interrumpir su intervención. Los fieles no se arredraron. Igual que arreció la tormenta, arreciaron sus gritos de «¡esta es la juventud del Papa!». Aunque la tempestad impidió que el Papa les dirijiera el mensaje más cercano que tenía previsto para ellos, en el que les animaba a formar una familia o elegir el sacerdocio, el chaparrón revistió de épica lo que en principio iba a ser una masiva jornada religiosa. Por algo les dijo el Papa antes de dejarles en su histórica vigilia: «Hemos vivido una aventura juntos». Iba a ser inolvidable. Hubo momentos críticos. Durante unos minutos muchos vivieron con angustia la incertidumbre. Dudaban de si la ceremonia iba a continuar. Jesús, aspirante a sacerdote venido desde Caracas , no tenía dudas. «Resistiremos lo que haga falta», clamaba convencido mientras se protegía con la bandera de su país de la lluvia y del viento. Efectivamente, resistieron. Desde la megafonía se pidió a los peregrinos que rezaran para que dejara de llover. Paró, y cuando lo hizo, se escucharon dos breves toses y poco después, de nuevo, la voz dulce del Papa. Cuatro Vientos se vino abajo. Nada puede con la fe cuando es joven.
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