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Derribo de la Gran Muralla

El equipo blanco finaliza su gira promocional por China desatando la locura de los hinchas en Tianjin

Derribo de la Gran Muralla AFP

PABLO M. DÍEZ

Derribando la Gran Muralla. Así concluyó ayer el Real Madrid su gira por China, goleando al débil Tianjin Teda con el público totalmente entregado en el estadio olímpico Gota de Agua, otra de esas faraónicas y futuristas infraestructuras deportivas con las que el régimen de Pekín demuestra su modernidad y desarrollo después de más tres décadas de apertura al capitalismo.

Y eso es, precisamente, lo que el Real Madrid ha venido buscando a China: libre mercado y, además, el mayor del mundo. Con más de 1.330 millones de potenciales aficionados, espectadores y compradores de camisetas con los dorsales de sus estrellas, el equipo blanco ha promocionado con gran éxito su imagen en el gigante oriental. Allá donde han ido, la locura desatada por los jugadores demuestra que la Liga española tendrá que tomarse muy en serio la idea de adelantar algunos partidos al mediodía o la hora de la siesta para que la televisión pueda emitirlos de noche en China, como ya hace la Premier League inglesa.

El escenario de la segunda y última escala de esta gira china fue Tianjin, una próspera megalópolis portuaria con 12 millones de habitantes y sede de 15.000 grandes empresas, entre ellas 200 multinacionales como Coca-Cola, Toyota, Motorola y Yamaha. Como está comunicada con Pekín por más de 80 trenes diarios de alta velocidad, que recorren en media hora los 120 kilómetros que las separan, ayer recibió la visita de numerosos aficionados que habían acudido desde la capital para ver el partido.

«Por la amistad del Real Madrid con China», rezaba la pancarta que el policía Tan Bo había traído desde la remota provincia de Jiangxi. Recorriendo durante dos días más de 2.000 kilómetros en tren o pagando una fortuna por alojarse en el mismo hotel que las estrellas blancas para «cazar» sus autógrafos, los chinos se han volcado con el equipo. Histéricos, algunos seguidores incluso han saltado como espontáneos en los entrenamientos abiertos al público.

Ataviados con las camisetas del equipo, la mayoría falsas, y agitando banderines, bufandas y hasta cartelones con los rostros de sus jugadores favoritos, los aficionados chinos han formado en las gradas una abigarrada marea humana que se agitaba haciendo la ola y vitoreando los goles y las filigranas del Madrid. Como es ya tradición en Asia, tampoco ha faltado el ruido ensordecedor de las inevitables bocinas y trompetas animando las jugadas más emocionantes. Al fin y al cabo, lo importante de estos dos partidos amistosos era el espectáculo y de eso ha habido mucho en ambos encuentros.

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