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Cultura de sendero

El Registro Oficial de Senderos de la Provincia de Cuenca (2011-2012) refleja el paisaje frondoso y variopinto por el que se pierde el hombre. «El caminar y la literatura siempre han estado muy unidos», subraya el autor del texto

Cultura de sendero

POR AMADOR PALACIOS

A la parte alta, el casco histórico, de la ciudad de Cuenca, Eugenio D’Ors la calificaba como «la bella durmiente del bosque». Creo que no hay urbe en Castilla-La Mancha que disponga de más rutas por las que sus habitantes y visitantes puedan caminar a holganza rodeados en todo tiempo de un paisaje frondoso y variopinto en panorámica y alturas. Desde la Plaza Mayor puede uno tirar por el famoso puente de hierro que sale de las famosas Casas Colgadas y hacerse más de una docena de kilómetros a lo largo de la hoz del Huécar, uno de los dos ríos que abrazan Cuenca, para volver circularmente a la aérea zona del Castillo. O se puede optar por la hoz del Júcar, cauce siempre rutilante en sus tonos esmeraldinos. Esta hoz está repleta de recoletos caminetes y acoge también el lindo recorrido, iniciado desde una pendiente espectacular (el Escalerón la llaman los conquenses) hasta la ermita de San Julián el Tranquilo, del que la leyenda cuenta que tejía cestillos en compañía de su afable criado Lesmes, retirados ambos en un muy idílico paraje.

Bellas caminatas pueden acometerse tanto por la Sierra Alta de la serranía de Cuenca, con un paisaje espectacular, como por la Sierra Baja, en la que la capital está inscrita y también dotada de ángulos y visiones, si bien más suaves, no menos impresionantes. El que suscribe caminó en una ocasión saliendo de Uña y deambuló más de seis horas en un trazado serpenteante que ofrece gozosísimas estampas realzadas por notables diferencias de nivel hasta el punto de alzarse a veces en la cima de los característicos mogotes pudiendo así apreciar, a muy escasos metros, el nítido perfil, esas agrestes narizotas de las altivas águilas, señoras del paisaje.

El caminar y la literatura siempre han estado muy unidos. Han existido generaciones muy andarinas, como la del 98 o la del 36 (los del 27 eran, en general, más comodones). Hay novelas en las que el senderismo que agotan los personajes se erige en un papel protagonista y constante del texto, como es el caso de Camino de perfección de Pío Baroja, donde los tipos patean largos kilómetros de la sierra madrileña como si tal cosa. Precisamente Guadarrama es no sólo una cadena montañosa sublime, sino un icono literario, y posee la virtud de, en función de una compartida admiración, unir a gente histórica de ideologías radicalmente opuestas pero de sensibilidad pareja.

La Diputación de Cuenca ha publicado un útil, pulcro y manejable volumen relacionando los senderos oficiales, debidamente señalizados, que se hallan en la provincia conquense. Una muy diáfana introducción da paso al catálogo propiamente dicho que comprende numerosos recorridos distribuidos en cinco comarcas, desde las zonas escarpadas hasta las cómodas sendas que discurren por la Alcarria, la Mancha o la Manchuela. Un atractivo apéndice informa de alojamientos y restaurantes situados al borde del camino. Una estupenda guía, en definitiva, para los que sabemos gustar de la Naturaleza, el más apreciado libro y el dios auténtico.

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