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El cierre del curso económico

Primero, prolongaron el auge y causaron una depresión peor, y luego permitieron que una deflación continuara y prolongara la depresión

JUAN VELARDE FUERTES

El ejercicio que se cierra se inició, en buena parte, a partir del verano de 2010. De ahí el interés por tener datos fehacientes de ese año. Un documento imprescindible para eso es el «Informe Anual 2010» del Banco de España, que acaba de publicarse. Cuando se lee lo que señala bajo el epígrafe «La economía española ante la crisis de la deuda soberana», al enlazarse con los datos de finales de junio de 2011, se observa que el párrafo tiene actualidad hasta en la cifra que se incluye: «Las tensiones financieras que agitaron los mercados europeos a partir de mayo (de 2010) afectaron con contundencia a la economía española. El canal principal de transmisión fue la disminución de la confianza por parte de los mercados, muy aguda en determinados momentos». En una economía fuertemente dependiente del ahorro exterior, como la española, estos episodios se tradujeron en un endurecimiento de las condiciones de acceso a la financiación, particularmente acusado para el Tesoro y las entidades de crédito. El diferencial de la deuda soberana española con respecto a la alemana se vio próximo a los 300 en los momentos más críticos». Y he aquí que el 8 de julio de 2011 llegó a situarse en 281.

La recuperación lenta que se contempla según todas las fuentes es enjuiciada así, y no parece que merezca la pena hacer otra cosa que transcribir el texto del mencionado Informe respecto (págs. 31 y 33) a «las perspectivas para 2011 a partir de un escenario sujeto a una gran incertidumbre y posibles riesgos de desviación a la baja, asociados a las tensiones en los mercados financieros que podrían continuar afectando negativamente a las condiciones de financiación y a la confianza de los agentes económicos».

El resultado de todo ello, dentro de la dinámica mundial, según se observa en el volumen «Cuentas financieras de la economía española 1980-2010. SEC-95-series trimestrales y anuales», muestra que el PIB español total, estimado a precios de mercado, y para comparaciones internacionales, en paridad de poder de compra, en porcentaje del conjunto del Área del Euro, retrocedió en 2010 a la situación de 2006, y esta magnitud, en la cifra por habitante prácticamente retrocede a 2005. Había llegado al 96’0% en 2007, pasa a situarse en el 93’1% en 2010, y en 2005 se había alcanzado el 93’0%. En cifras absolutas se sitúa nuestro PIB por habitante en paridad de poder de compra en 2010, en 24.762; en 2007, se había llegado a 26.173 y en 2006 se tenía la cifra equivalente de 24.729. Otro dato preocupante. En la UE-15 el déficit de las Administraciones públicas españolas respecto al PIB sólo era superado por Grecia, Irlanda y Gran Bretaña. Y otro más: los precios industriales subieron en España en 2010 un 3’2%, frente a 2’9% en el conjunto del Euro, con lo que alguna cadena asustante se agrega al fantasma de la falta de competitividad.

Lo asombroso es que no se observa una viva reacción ante todo esto por parte del Gobierno. Da la impresión, al observar lo sucedido en España desde 1995 a ahora mismo, que quienes gobiernan desde 2004 a hoy, han seguido un camino denunciado así por Hayek en sus declaraciones a Thomas W. Hazlett que acaban de publicarse en español en el volumen I de la obra de Adrián O. Ravies, «La Escuela Austriaca desde adentro. Historia e ideas de sus pensadores» (Unión Editorial, 2011): «Primero, prolongaron el auge y causaron una depresión peor, y luego permitieron que una deflación continuara y prolongara la depresión». ¿Debe prolongarse esta orientación de nuestra política económica?

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