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El pasado contra el futuro

Rajoy supo transmitir confianza y esperanza en el futuro frente a un adversario anclado en el pasado y en ideologías trasnochadas

ALFREDO Pérez Rubalcaba fue proclamado ayer candidato oficial del PSOE para las próximas elecciones generales, cuya fecha es todavía incierta. A estas alturas, pocos socialistas se hacen ilusiones sobre una cita electoral que arranca con pésimas expectativas después de ocho años de desgobierno, por mucho que Marcelino Iglesias perdiera una buena ocasión para callarse al comparar el acto con el último lanzamiento espacial. El todavía formalmente vicepresidente pretende a estas alturas «redistribuir» los efectos de la crisis y ofrece recetas mágicas para crear empleo, lo cual suena a sarcasmo si se recuerda su responsabilidad de máximo nivel en un Gobierno que ha conseguido batir el récord de desempleo en España y en la UE. Rubalcaba confirmó también su renuncia al centro con un evidente giro a la izquierda, proponiendo medidas más aparentes que efectivas, como una tasa a los bancos para crear empleo o la recuperación del Impuesto de Patrimonio para las grandes fortunas. Es evidente que el eje de la campaña se concreta en las críticas al mundo financiero con objeto de arañar algunos votos de esa izquierda profundamente desengañada con la gestión de la crisis. En la misma línea, el mensaje sobre la reforma de la Ley Electoral y la apelación al complejo modelo alemán parecen un brindis al sol, con la intención de acercarse a las reivindicaciones del vaporoso movimiento del 15-M.

Por contraste, Mariano Rajoy ofreció en la clausura del Campus de FAES un programa coherente y riguroso basado en el reformismo al que apelaba también José María Aznar. El líder del PP dio buena prueba de que hay otra forma de hacer política, basada en las reformas estructurales, en la austeridad y transparencia del sector público y en el fortalecimiento de las instituciones. La apuesta por la educación y por la Formación Profesional apunta también hacia objetivos muy deseables. Sobre todo, Rajoy supo transmitir confianza y esperanza en el futuro frente a un adversario anclado en el pasado y en ideologías trasnochadas. Así las cosas, nada justifica la prolongación artificial de la legislatura, con un presidente del Gobierno completamente desplazado del centro de atención político y mediático.

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