Columnas

Columnas / AD LIBITUM

El discursito

Compartir

Zapatero nos había prevenido de «un antes y un después» del discurso de Rubalcaba

Día 10/07/2011

NO es fácil el papel que, mitad por mitad, los socialistas y las circunstancias le han encomendado representar a Alfredo Pérez Rubalcaba. Mientras el fracaso de su mentor coyuntural, José Luis Rodríguez Zapatero, nos coloca al todavía presidente en un plano tan distante en la memoria y el respeto como Chindasvinto, su dimitido vicepresidente tiene que pretender el futuro cargado con la albarda de un lamentable periodo de Gobierno en el que, sobre una tremenda y dolorosa crisis económica, se fraguó otra de naturaleza política en la que se han dilapidado muchos de los bienes que generó la Transición. Es una forzada esquizofrenia que le resta credibilidad al cántabro, un personaje singular al que le sobran mañas y trucos y que tiene por demostrar su enjundia política más profunda. La suya propia, no la de los líderes a quienes ha acompañado y servido, mejor que peor, en su largo tiempo de segundón en la escena nacional.

Su discurso de ayer, en el acto en que el PSOE le proclamó oficialmente candidato para las próximas legislativas, fue el prólogo de una nueva etapa en su vida política; pero, obligado a que fuera también el epílogo de la anterior, resultó un quiero y no puedo de proclama izquierdista más propia de sus años universitarios, como de asamblea de Facultad, que ajustada a la hechuras de un socialismo contemporáneo en el seno de la Unión Europea y con temas prioritarios, empezando por el lacerante paro que padece uno de cada cinco españoles en edad y condiciones de trabajar, cuya solución no se alcanzará con cataplasmas de sermonario viejo, sino con planteamientos imaginativos, incluso revolucionarios, dentro del cuadro de mercado al que hemos querido ajustarnos e, incluso, someternos.

Zapatero, para magnificar la potencialidad de su sucesor, nos había prevenido de «un antes y un después» del discurso de Rubalcaba. Aún dando por buena la condición perogrullesca de tal posibilidad, se equivocó el augur. Fue solo un discursito de circunstancias. Tampoco se puede pedir mucho más en un forzado mutis gubernamental frente al que resulta legítimo especular si el vicepresidente saliente huye de la quema o si el candidato naciente lleva en su zurrón algo más que buenas intenciones. Rubalcaba es un gran maniobrero, no un teórico. Sabe que le basta, de aquí a cuando votemos, con desgastar suficientemente a Mariano Rajoy para que la inevitable victoria del PP no sea por mayoría absoluta. Si lo consigue, no parece probable que escriba su nombre en la lista de los grandes gobernantes de la Nación; pero es posible, incluso probable, que llegue a instalarse en La Moncloa.

  • Compartir

publicidad

Copyright © ABC Periódico Electrónico S.L.U.