Twombly, el poeta del dibujo

Nacido en Virginia en 1928, Edward Parker Twombly recibió su apodo Cy de su padre, que era jugador y entrenador de béisbol y admirador del célebre Cy Young, apodado así con el apócope de «cyclon», por ser una especie de ciclón en el campo de juego. Muy poca gente sabe que el primer maestro de pintura y dibujo de Twombly fue el menorquín Pedro Francisco Daura y García, apodado Pierre Daura, que después de haber expuesto con los círculos vanguardistas catalanes y parisinos se trasladó a vivir a Virginia, donde abrió una escuela de arte.

Animado por su padre, Twombly decidió seguir la carrera de Bellas Artes en Boston, donde adquirió cierto interés por las prácticas surrealistas y dadaístas y, al terminar, se trasladó al mítico Nueva York de los años cincuenta, en donde el contacto con artistas como Franz Kline, Jackson Pollock o Robert Motherwell apartó por completo su lenguaje pictórico de la figuración, para insertarlo de lleno en el corazón mismo del expresionismo abstracto. De hecho el propio Twombly sería tal vez uno más de los grandes expresionistas abstractos, de no ser por la influencia notable de su íntimo amigo, Robert Rauschenberg, un espíritu corrosivo y perturbador, amigo y admirador de Duchamp y preocupado como éste por ampliar el trabajo del arte más allá de los límites del cuadro. Fue Rauschenberg el que le persuadió para que se inscribiera en los cursos del Black Mountain College en Carolina del Norte, un refugio liberal durante los años oscuros de la guerra fría, donde tuvo la oportunidad de trabajar con Kline, con Motherwell y con el músico John Cage, y donde comenzó a experimentar con la escritura, la caligrafía y las inscripciones sobre el lienzo, como forma de expresión. También con Rauschenberg emprendió un largo viaje por Europa y por el norte de África, que le llevaría a conocer la luz y la cultura mediterránea, que habían de marcar por completo tanto su obra como el resto de su vida.

Regresó a Estados Unidos en 1953 y 1954, tuvo que prestar el servicio militar y estuvo trabajando en el Pentágono como criptógrafo, lo que le llevó a interesarse por las escrituras ocultas y por la escritura en la oscuridad. En aquella época desarrolló una técnica, heredera del automatismo psíquico de la tradición surrealista, consistente en escribir y dibujar en la oscuridad, y aprovechar luego aquellos bocetos para sus grandes lienzos.

De hecho sus lienzos de aquella época, cuando terminó el servicio militar, estaban todavía muy marcados por la influencia moocromática de Motherwell, de Kline y de De Kooning. En 1957, sin embargo, se trasladó a Italia y allí su obra no sólo se iluminó y se llenó de color, sino que se llenó igualmente de referencias al mundo y a la cultura clásica. Virgilio, Ovidio, Safo de Lesbos, así como algunos poetas contemporáneos como Rilke fueron desde entonces compañeros inseparables de su trabajo. También a finales de los años cincuenta conoció al galerista Leo Castelli, con el que, a pesar de las furibundas críticas que sus primeros trabajos suscitaron, su proyección internacional fue imparable.

Desde entonces permaneció viviendo en Roma, con viajes ocasionales por todo el mundo pero especialmente a Nueva York. En Roma le alcanzó ayer la muerte, a consecuencia de un cáncer, a los ochenta y tres años.