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Las colonizadoras del Chinyero

Millones de arañas fueron las primeras en poblar el volcán tinerfeño tras la erupción de 1909

Las colonizadoras del Chinyero EFE

ANA SANTANA / EFE

Cuando en 1909 cesó la erupción del Chinyero el panorama era desolador, con 2.700 hectáreas de pinos y plantas sepultadas bajo miles de toneladas de ceniza, y, sin embargo, con la lava aún caliente retornó la vida: millones de pequeñas arañas fueron los primeros seres que llegaron al volcán tinerfeño. Así lo indica en una entrevista Lázaro Sánchez-Pinto, director del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife, quien asegura que el volcán Chinyero constituye un laboratorio natural y una excelente oportunidad para estudiar a largo plazo la colonización biológica de terrenos volcánicos recientes y comprender cómo evolucionan los seres vivos en estos ambientes extremos.

Sánchez-Pinto, quien ha escrito sobre el proceso de colonización del volcán, situado en el municipio tinerfeño de Santiago del Teide, asegura que, después de un siglo, las lavas del Chinyero muestran pocos signos de albergar vida por la ausencia de suelo y, sobre todo, por las duras condiciones medioambientales de la zona, causas de una «aparente» esterilidad.Sin embargo, prosigue Sánchez-Pinto, un recorrido pausado a través de las coladas lávicas revela la presencia de múltiples formas de vida que en un principio no son fáciles de percibir ni de reconocer.

Errores comunes

«¿Qué es lo que ocurre después de la actividad volcánica?», se pregunta el biólogo, quien señala que hay errores comunes, como el creer que los primeros seres que llegan a un volcán tras una erupción son los líquenes y que posteriormente lo hacen las plantas con raíces; «y en verdad no es así». Un dato interesante que se conoce por el geólogo Lucas Fernández Navarro, quien sería presidente de la Real Sociedad Española de Historia Natural, es que «mientras que aves y mamíferos se habían alejado de aquel temido lugar, las pequeñas, blandas e indefensas arañas habían tomado posesión del cerro y eran los primeros animales que corrían por sus laderas». Así, apunta que «el cono volcánico, a pesar de su aridez y elevada temperatura, no se encontraba deshabitado cuando lo visité de punta a punta de las agudas lavas y, en todo el cerro, las arañas habían tendido sus delicados hilos en tal cantidad que al medio mes escaso de haber cesado la lluvia de lapilli y bombas volcánicas, los dos tercios inferiores de la montaña estaban cubiertos por una tupida red».

El geólogo explica que la temperatura del volcán atraía a insectos (era noviembre y hacía frío en la cumbre) que luego quedaban atrapados en la telaraña y cuando cesó el calor desaparecieron las arañas. En el proceso de colonización de lavas recientes existen auténticos «especialistas» y entre los pioneros destaca el «liquen de la lava» (Sterocaulon vesuvianum) que se desarrolla orientado a barlovento para absorber la humedad de los alisios. Otro organismo pionero y frecuente en el Chinyero es el «liquen geográfico» (Rhizocarpon geographicum), nombrado así porque parece un mapa en miniatura, así como un musgo (Grimmia trichophylla) que se desarrolla en suelos primitivos, pequeñas oquedades y fisuras de las rocas.

El proceso colonizador de las lavas recientes no sigue una secuencia lineal y junto a estos líquenes y musgos pioneros aparecen casi simultáneamente plantas vasculares de mayor porte, como helechos y plantas con flores que aprovechan cualquier espacio apropiado para establecerse, como una grieta húmeda o el borde de la colada. La tierra sobre la que se desarrollan procede del entorno y llegó allí transportada por el viento, esto es, no se formó in situ.

Al respecto, el pino canario es una de las plantas mejor adaptadas para desarrollarse en ambientes hostiles y es capaz de colonizar malpaíses recientes o recuperarse tras los grandes incendios forestales. En el caso del Chinyero, hay un único ejemplar de pino canario que apareció espontáneamente en las coladas, aunque en las faldas del volcán existen más pinos dispersos, todos ellos plantados.

En el interior del malpaís hay además unos pocos escobones y helechos pero apenas crecen plantas superiores, que se encuentran en su mayoría en los bordes de las coladas y las pistas que las atraviesan y son casi todas endémicas de Canarias, como el poleo, la fistulera y el rosalito de cumbre.

Los senderos han sido creados por el paso repetido de burros y cabras desde hace casi un siglo, y desde 1971 por los muflones introducidos en el área, y las deposiciones de todos estos animales, ricas en materia orgánica, contribuyen a enriquecer el suelo.

Cabras salvajes, conejos y otros herbívoros recorren regularmente el malpaís en busca de semillas, flores, brotes tiernos y tallos suculentos. También varias especies de aves sobrevuelan este entorno para alimentarse.

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