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VIVIR EN SAN BORONDÓN

PARA SIEMPRE ROSA MARÍA BELDA

Prestó su voz en español a una larga lista de actrices, como Lana Turner, Deborah Kerr o Kathleen Turner

JOSÉ FRANCISCO FERNÁNDEZ BELDA

EL pasado 17 de junio, a los 60 años de edad, fallecía en Madrid Rosa María Belda, tal vez la última de las grandes voces que quedaban en activo de la gran compañía de actores de Radio Madrid, emisora del grupo Cadena SER. Y se iba de este mundo, en un día luminoso del fin de la primavera, de la misma forma en que había vivido, sin estridencias y con suma discreción.

Tal vez muy poca gente pueda ponerle rostro a una voz que probablemente reconozca o al menos le resulte familiar. Ella no gustaba de exhibir el reconocimiento profesional que por su trabajo todos le reconocían y tal vez por eso sea muy difícil encontrar fotos suyas fuera del estricto círculo familiar. Porque, ¿quién no ha escuchado alguna vez la voz del contestador de Telefónica o la careta «Cadena SER, Servicios Informativos»? Es también la voz de los anuncios que se oyen en las estaciones del Metro de Madrid.

Rosa María Belda Fernández era hija de un canario, de la isla de La Gomera, y de una dama de Valladolid. Es probable que su voz tomara del padre el tono dulce y cristalino que tiene el español de esa isla canaria. Y de su madre la correctísima manera de vocalizar que suelen tener en esa provincia de la nueva, solo desde 1833, Castilla la Vieja. Recuerdo una vez que ella, su madre, me corrigió cariñosamente diciéndome que no era de «balladolí», como decimos entre dientes los canarios, sino que era de Valladolid, con «v» inicial y «d» final, no con «z», como la pronuncian en otras regiones.

Si hubo alguna vez una vocación clarísima para la radio en la tómbola de la vida, la mayor parte de los números los tuvo Rosa María desde la adolescencia. A pesar de que sus padres no querían que fuera locutora y actriz de radio, ella se encerraba en el baño de su casa y hacía prácticas de locución. Uno de sus primeros pinitos lo hizo en la megafonía de la ya desaparecida Galerías Preciados. Desde entonces no paró de luchar, nadie le regaló nada. En los estudios de grabación demostraba su valía día a día, cuña a cuña, programa tras programa, radionovela tras radionovela.

Guillermo Sautier Casaseca, el escritor y guionista radiofónico español nacido en Santa Cruz de La Palma, le ofreció los papeles de «mala malísima» en radionovelas como «Simplemente María» o «Lucecita», por poner sólo dos ejemplos. Gracias a la habitual discreción con su vida privada, Rosa María se podía librar del acoso que le hubiera supuesto el que las gentes quisieran conocer como discurriría el siguiente capítulo de la serie. Como anécdota que pudo acabar de forma grave, contaba como un señor maduro la increpó violentamente a la salida de los estudios de grabación, exigiéndole que «dejara en paz al marido de Lucecita», ya que ella, interpretando su papel en la serie, quería camelárselo y levantárselo a la inocente protagonista.

En el año 1972, creo recordar, Manuel Martín Ferrand la incorporó a su programa «Hora 25» para que hiciera unas cuñas con mensajes que incluían intencionalidad política entre líneas, debido a la versatilidad de su voz, que podía ir desde la tímida y cándida damisela hasta la señora con «fundamento», como se dice por estas tierras. Los antiguos oyentes de la SER también la recordarán en su papel de la hija de la familia en «Los Porretas».

En su amplia historia profesional también cabe destacar su intervención en centenares de doblajes de anuncios, películas y series de televisión. En el cine, prestó su voz en español a una larga lista de actrices y narradoras como, por ejemplo, a Lana Turner («La viuda alegre»), Deborah Kerr («Los ángeles también lloran»), Kathleen Turner («Roger Rabbit»), Patricia Walters («El río») o Fay Gras («King Kong»). En televisión la pudimos oír doblando personajes femeninos en series como «Los Ángeles de Charlie», «Lou Grant», «Colombo», «El equipo A», «MacGyver» o «El gran héroe americano». La lista es enorme y puede encontrarse parcialmente en Internet. Últimamente centraba gran parte de su actividad profesional en una de sus grandes pasiones, los asuntos relacionados con la salud y la medicina alternativa, dirigiendo el programa «Vivir en salud» en la Cadena SER.

Rosa María Belda también destacó a la hora de recitar poesías, por las cualidades excepcionales de su voz y por haberse formado con los mejores en aquel mítico cuadro de actores de Radio Madrid. Hace un tiempito grabó un CD titulado «Esto es… amor», con Primitivo Rojas, esa otra excepcional voz extremeña, tal vez algo engolada, pero ciertamente fuera de serie. Este trabajo conjunto, básico en cualquier fonoteca radiofónica que se precie, recoge 30 poemas inmortales en lengua española que supieron cantar al amor y a los enamorados, al desamor y a los celos. Como muestra les sugiero escuchar «¡Quién supiera escribir!», poema escrito por el asturiano Ramón de Campoamor y Campoosorio a finales del siglo XIX. Aunque no lo puedo asegurar con certeza, es muy probable que esta hermosa poesía le gustara a Rosa María Belda tanto como a su padre Manuel y a las dos hermanas de él, Josefa y Carmen, que la aprendieron de niños en el pueblecito gomero de Agulo, quizás por oírselo leer a su padre, el abuelo de Rosa María, un librero emigrado y retornado de Cuba.

Allí donde Rosa María esté, seguro que irradiará su energía y su bondad, haciendo que los que un día nos reuniremos con ella podamos sobrellevar su pérdida como hoy hacen su marido, sus dos hijos y sus dos hermanas, a los que sin duda protegerá y confortará de la forma que sólo ella sabía hacer con sus gestos y con su voz. Rosa María Belda, descansa en paz.

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