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PERFIL

Rodrigo Rato, inventando Bankia

Político a tiempo completo de 1979 a 2007, ahora es presidente ejecutivo de Bankia, su último (o penúltimo) avatar, cuyo folleto de la opv puede ser aprobado mañana por la CNMV

FERNANDO GONZÁLEZ URBANEJA

Rodrigo Rato, 61 años, nacido y residente en Madrid, de ascendentes asturianos, hijo de banqueros e industriales. Bachillerato con los jesuitas, máster por Berkeley (1974), licenciado en Derecho por la Complutense (1971) y doctor en Economía por la misma universidad (2003). Político a tiempo completo desde 1979 hasta 2007 (diputado entre 1982 y 2004), ministro de Economía y de Hacienda y vicepresidente del Gobierno (1996-2004), gerente del FMI en Washington (2004-2007), y luego, nueva vida en lo privado: consejero o asesor de Lazard, Criteria-Caixa y grupo Santander (2007-2010), hasta asumir ese año la presidencia ejecutiva de Caja Madrid, en pleno proceso de integración con otras seis cajas y de reconversión de todo el grupo que ahora pasa por un momento crítico. Un último destino (o no) que es quizá el más complicado por incierto, para una biografía muy completa.

Rato acumula vidas sucesivas bien aprovechadas. Como resumen se puede sostener que es persona de éxito, leal, buen compañero y mejor jefe, pero con varios resortes, con opciones abiertas. Era un hombre del PP en estado puro, sin adjetivos, afiliado desde primera hora, en los tiempos difíciles. Llegó a la política para secundar a Manuel Fraga en la desaparecida Alianza Popular, con cuyas siglas concurrió a un escaño por Cádiz que no ganó a la primera (1979), pero sí a la segunda (1982). A partir de 1989 fue segundo de la lista del PP en Madrid, detrás de Aznar.

Mente abierta

Durante casi treinta años fue un político profesional, parlamentario experimentado, práctico y pragmático, con condiciones para negociar con quien fuera menester para buscar arreglos. Duro cuando el debate lo precisa, cáustico cuando hay oportunidad, displicente si le cogen con mal pie, pero también poco rencoroso, amigo de los amigos y con la mente abierta a las oportunidades. Uno de esos políticos que es capaz de entender a los adversarios. Sus ocho años al frente de los asuntos económicos de los dos gobiernos Aznar le añadieron un perfil técnico al político y, además, una hoja de servicios sobrada de buenos resultados.

Pudo haber sido el sucesor de Aznar, estaba dispuesto y era capaz, pero el dedo designador se paró en otro plato. Así que tuvo que inventarse otra carrera, por respeto a sí mismo. La pregunta: ¿Rato hubiera ganado el 2004?, no tiene respuesta, pero se formula frecuentemente con respuesta implícita. No ocurrió y lo contra factual es retórica inútil.

Habla inglés de corrido, sabe geografía y política. Ha recorrido y visitado todos los despachos importantes del G-20 y conoce al personal que hay que conocer para estar y entender la pomada. No es la economía o los negocios los que le han llevado a la política; al revés. Pero también es cierto que venía de los negocios. Y a ellos ha vuelto con vocación de ser número uno, de no tener que estar al albur de las decisiones de otro que sin más ni menos mérito pueda decidir por él. Cuando asumió el reto de reconducir una Caja Madrid extraviada, los que estaban al tanto del problema no lo entendieron. Ya eran ganas de meterse en líos y arriesgar una reputación empañada solo por su salida del FMI, nunca explicada suficientemente aunque con argumentos personales que la justifican en personas que dominan sus ambiciones y saben ordenar las prioridades.

Conduce ahora la salida del laberinto en el que encontró Caja Madrid (ahora Bankia). Si le sale bien, para lo cual faltan unos años, será el reconocimiento de que es tan listo y hábil como parece, que los éxitos anteriores no fueron fruto de la fortuna, sino también del talento.

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