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La crispación de la izquierda

Lo que era un queja social, ahora es una protesta que amenaza violencia y, por tanto, se ha convertido en un problema de orden público

MADRID se va a convertir en el escenario de cinco marchas convocadas por los grupos de protesta surgidos contra el sistema institucional y los partidos. La benevolencia con la que han sido tratados les ha permitido actuar como si fueran representantes del estado de malestar en la sociedad, pese a que sus actuales expresiones de protesta se caracterizan —en buena parte— por la violencia física y verbal contra los únicos legítimos representantes de la soberanía nacional. Si Madrid fue el lugar elegido para iniciar la protesta emblemática de estos movimientos, Madrid volverá a ser hoy campo de experimentación de estas muestras de protesta, que ya no encarnan la frustración de una sociedad golpeada por el paro y el desánimo, sino una opción ideológica de extrema izquierda que, en ocasiones y no por todos los que la integran, está recurriendo a la violencia. Ahora bien, es lamentable que incluso ante actos tan inaceptables como las agresiones físicas y verbales a los parlamentarios catalanes, todavía haya sectores supuestamente democráticos de la izquierda política y cultural que no dudan en alternar condenas y comprensiones hacia estos actos de violencia.

Lo que era un queja social, ahora es una protesta que amenaza violencia y, por tanto, se ha convertido claramente en un problema de orden público. La responsabilidad política de lo que hoy suceda o deje de suceder será del Gobierno y, en particular, del ministro del Interior. Entre las contemplaciones oficiales por el pacifismo de los acampados, y el desdén del presidente del Gobierno hacia la violencia en el Parlamento catalán, este movimiento se ve legitimado para alzarse como representante de quienes no le han votado, negando la legitimidad de los únicos y verdaderos representantes de los ciudadanos, y para atreverse a paralizar desahucios ordenados judicialmente, como un contrapoder que pasa por encima del imperio de la ley.

Cada vez resulta más evidente la sincronización de estos movimientos de protesta con la crítica situación de la izquierda. Nada más oportuno que deslegitimar, justo ahora, el sistema que ha dado al centro-derecha el poder municipal y autonómico, y que probablemente le entregue el gobierno de la Nación. Es una forma de tensión como táctica electoral, similar a la que defendía un descuidado Rodríguez Zapatero a micrófono abierto. Es otra vez la crispación de la izquierda en las calles.

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