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Columnas / AD LIBITUM

Patrimonio alimentario

Si el catalanismo consiste en «consumir productos de aquí», los catalanes tienen un futuro muy incierto

Día 19/06/2011

ENTRE los grandes pensadores políticos contemporáneos, junto a Karl Popper e Isaiah Berlin, debemos considerar con el máximo respeto a Josep María Pelegrí, ocasionalmente consejero de Agricultura, Ganadería, Pesca, Alimentación y Medio Natural en el Govern de Artur Mas. Este sabio ilerdense, militante de Unió Democrática de Catalunyadesde los 18 años de edad, es el creador de una teoría que, para simplificar, ha rotulado como «patriotismo alimentario». En tiempos en que el encefalograma político tiende a ser plano, como la mar en calma, el de tan significado personaje parece el perfil del Himalaya. «Si entramos en un restaurante y consumimos vino de La Rioja, asegura Pelegrí, no estamos ayudando al empresariado catalán».

¿Qué vino debieran beber los catalanes para ser buenos ciudadanos y reforzar su identidad? Personalmente confieso mi devoción, en lo que a los caldos catalanes respecta, por los del Priorato; pero, ¿le conviene a Cataluña que insista en ellos o serviría mejor los intereses lugareños con el consumo de los del Penedés? ¿Cuenta también el cava? Sin salir de las cuatro provincias que conforman el territorio vinicultor que protege Pelegrí tenemos una docena de denominaciones de origen y otros tantos vinos, muy aceptables, que carecen de ella, ¿será alguno específico para catalanes y otros más convenientes para quienes no lo somos? Es posible, incluso, que la «teoría Pelegrí» obligue a un criterio de máxima cercanía en el consumo. Por ejemplo, en su condición de natural de Lérida, ¿Pelegrí debe anteponer los caldos de Costers del Segre a los de Alella o los de Terra Alta?

Si el catalanismo consiste en «consumir productos de aquí», como predica el buen Pelegrí sin que nadie le desautorice, los catalanes tienen un futuro muy incierto. Malo en el sentido de la limitación liliputiense del mercado catalán dentro del total del español y ridículo a escala mundial. Peor, ya dentro del consumo interior y en pleno arrebato de gozo nacionalista, puesto que limita su horizonte cultural y su muestrario de sensaciones. ¿Dónde reclutarán los partidos a tipos como Pelegrí? Porque lo dramático es que no estamos ante un caso aislado, un borrón de los que echan los mejores escribanos, sino que se trata de algo frecuente. Ahí está, en el mismo Govern, el consejero de Interior, Felip Puig, que centra su crítica a los «indignados» en que tienen una visión «muy de carácter universal o, en algunos casos, muy española». Lo bueno debe ser, después de hartarse con un buen vino de L´Empordá, o del Montsant, cocerse en su propio jugo hasta conseguir la suprema reducción de catalanidad.

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