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UNA HUELLA EN LA ARENA

Perder chicha

Lo más diabólico es que le ha tocado a un gobierno socialista recortar un Estado de Bienestar que empezó a edificar Franco

FRANCISCO ESTUPIÑÁN

Queda demostrado que ser ministro de Interior y candidato a la presidencia no es compatible, pues la porra y las encuestas de popularidad se repelen como ánodo y cátodo. Por eso, don Alfredo respiraba hondo después de recordar que las competencias de orden público las tiene asumidas Cataluña, sabedor de que el discurso sobre la legitimidad de la violencia del Estado le tocaba, irremediablemente, a Artur Mas.

Pero de la manifestación de hoy en Madrid no se puede escaquear don Alfredo y el pronóstico no está nada claro. El mediático movimiento Democracia Real Ya está ahora infiltrado hasta el tuétano, si no lo ha estado siempre, por la camorrista extrema izquierda, que encuentra el terreno abonado por la desazón de la crisis y la desorientación de un gobierno más perdido que el Holandés Errante. Y este abono, inorgánico por supuesto, está dejando florecer todo tipo de oportunismos políticos, menos el de Cayo Lara, al que le dieron con la hoz y el martillo en plena frente.

En este maremágnum social en el que vivimos por la pérdida de autoridad de un gobierno incapaz y un partido socialdemócrata secuestrado por la simplonería, lo que de verdad sorprende es que casi hayamos tocado fondo con un Estado social y de derecho que apenas cuenta treinta años y que ha estado conducido casi todo el tiempo por aquellos que saben perfectamente lo que es una dictadura y, si me apuran, conocieron hasta la miseria de las cartillas de racionamiento. ¿Qué nos ha pasado? Todos lo sabemos: el exceso de partitocracia y de fulanismo, enraizados a la ribera del rumoroso cauce del dinero fácil. De aquellos polvos, estas ladillas.

Lo más diabólico es que le ha tocado a un gobierno socialista recortar un Estado de Bienestar que empezó a edificar Franco en los años 60. Es una maldición que deben achacar a efluvios que proceden del Valle de los Caídos y que tienen epicentro en la tumba del hombre que frustró a sangre y fuego su primer experimento social. Lo peor, no obstante, es que también ha fracasado el segundo, puesto en manos de unos indocumentados. Debe recordarles las peripecias del demonio en el Moscú soviético de «El maestro y Margarita». Por eso quieren remover sus huesos.

A los ciudadanos comunes, por nuestra parte, nos toca aceptar el desengaño de que ya no seremos más ricos que Italia o Bélgica, que éramos una potencia económica con pies de barro y que ahora tenemos que financiar el despilfarro firmando más deudas. Cuando se debe más de lo que se ingresa, hay que apretarse el cinturón. Perderemos chicha, pero ganaremos en salud.

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