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Submarino ruso «hundido» en Murcia, EE.UU. al rescate

La Armada española ejerce de anfitriona de las primeras maniobras de la OTAN con un sumergible de Rusia

Submarino ruso «hundido» en Murcia, EE.UU. al rescate

ESTEBAN VILLAREJO

Ni rastro del glamour del capitán Marko Ramius, al que dio vida Sean Connery en «La caza del Octubre Rojo». Tampoco quieren huir del imperio soviético para unirse al mundo libre capitalista. Ni miembros del KGB velan por la seguridad de la tecnología militar más puntera. Son rusos, sí, y están «hundidos» a bordo del submarino «Alrosa» a 120 metros de profundidad —en aguas próximas a San Pedro del Pinatar (Murcia)— donde esperan, contrarreloj, la llegada de la unidad de rescate sumergible de la Navy de Estados Unidos, con base en San Diego. Los tiempos han cambiado, y mucho.

Por primera vez un submarino ruso participa en unas maniobras conjuntas con la OTAN —«Bold Monarch 11»— con el objetivo de coordinar el rescate internacional de sumergibles. La Armada española ha sido la anfitriona del histórico momento con el buque de asalto anfibio «Galicia» como navío de coordinación de todos los ejercicios que desde el pasado 28 de mayo y hasta ayer han contado con la participación de otros tres submarinos —el español «Galerna», el portugués «Tridente» y el turco «Anafartalar»—, 13 buques de nueve países y 2.000 efectivos de 20 naciones.

Son las 11.30 y el batiscafo estadounidense es introducido en el agua desde el mercante Shooting Star, alquilado por la US Navy para la ocasión. Han localizado las coordenadas del submarino ruso «hundido» para las maniobras. Tras pesar a la tripulación que va a descender en el batiscafo hasta el submarino ruso —otorgan el asiento en función del pesaje—, el oficial Joel Rivera, de la «Deep Sumergence Unit», da las últimas indicaciones. Presión, bolsas de oxígeno, chequeo de coordenadas, cinturones... todo está listo para descender. En total, 18 personas pondrán los pies en el submarino «Alrosa».

Descenso de 15 minutos

«Todo ha ido cambiando tras la tragedia del submarino nuclear Kursk (murieron sus 118 marinos en el verano del 2000). Ahora los rusos se han dado cuenta de que el hermetismo debe quedar aparte cuando se trata de salvar la vida de sus marinos. No importa quien vaya en tu ayuda, sino que rescaten a tu tripulación», apunta Todd Romney, oficial del Sistema de Buceo de Rescate y Recompresión Submarino de la US Navy, quien se congratula por la histórica presencia rusa junto a la OTAN.

El descenso es suave. Sin sentir nada. Apenas el ruido de las turbinas y hélices del batiscafo nos recuerdan que no estamos en el salón de la casa. Eso sí, la estrechez de la cápsula es no apta para claustrofóbicos: sin ventanas, sin apenas espacio para moverse. Alguno se echa una cabezadita exprés. Tras 15 minutos de bajada, el batiscafo localiza la escotilla del submarino por la que tendrá lugar el rescate. Estamos en el momento más delicado de la hazaña, que durará alrededor de una hora: acomplamiento, achique del agua con las bombas, descompresión y adaptación de las presiones del submarino y del batiscafo. Después se comprueba que la tripulación vive. Con una enorme llave inglesa el oficial Joel Rivera da las oportunas señales sobre el submarino ruso de la flota del Mar Negro. No responden en un principio. Finalmente... hay señal: viven.

Tras abrir la escotilla el comodoro Anton Zaitsev aparece. La Armada rusa y la US Navy se estrechan la mano. Los rusos nos invitan a bajar y contemplar el submarino. Nos reciben con un «no fotos». Después se relajan e incluso dejan retratarse. Estadounidenses y rusos se intercambian banderas, gorras, camisetas e insignias. «Es un momento histórico —recalca Zaitsev—. Nunca habíamos tenido periodistas a bordo». Medios británicos como la BBC o la televisión «Russia Today» están presentes.

El oficial Edy Sheliniv retrata su día a día en el submarino: «Es duro pero me gusta. Amo los submarinos. Desayuno, trabajo, comida, trabajo, cena, trabajo, dormir... Sin internet, sin televisión, sin familia... “Good, good” bueno, bueno. Todo muy estrecho, pero “good”», explica en su lacónico inglés. Preguntado sobre la tragedia del Kursk, Sheliniv reflexiona y decide responder en ruso: «Fue una tragedia que nos marcó; siempre la tenemos presente».

Sólo podemos fotografiar la sala de máquinas (un auténtico amasijo de hierros) donde duermen algunos de sus marinos. Un pequeño icono de la Virgen María cuelga de una de las tuberías. En la parte inferior, a través de otra escalera, se accede al puesto de mando. «No entrar. Está prohibido», nos advierten cuando intentamos hacer una fotografía. Todavía hay secretos que salvaguardar en la Armada rusa.

Fue aquel secretismo el que impidió pedir ayuda internacional para rescatar el Kursk. Los tiempos han cambiado y ahora la OTAN y Rusia hasta se estrechan la mano a 120 metros de profundidad, en aguas españolas. Siempre hay una primera vez. Máxime cuando ya no hay necesidad de dar caza a ningún «Octubre Rojo».

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