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Jason Martin, la «otra cara» de los Young British Artists

Exhibe por vez primera en Madrid sus trabajos en solitario: «La esencia del arte se ha perdido»

NATIVIDAD PULIDO

A escasos kilómetros de Madrid, en La Florida (Guecho, 12 B), instaló no hace mucho su especialísima galería Javier López junto a la portuguesa Mário Sequeira. Es un remanso de arte, arquitectura y naturaleza, en total armonía. A través de los amplísimos ventanales de este bello edificio de corte minimalista —recuerda a la Fundación Beyeler— se entrevén las también minimalistas obras del británico Jason Martin (Jersey, 1970). Se están colgando sus monocromas composiciones, que nos entusiasman desde hace años en ARCO y que ahora conforman la muestra «Jason Martin. Oils and Pigments» (14 de junio-28 de septiembre; solo previa cita). Tienen algo de magnético estas piezas, muy gestuales, a caballo entre pintura y escultura, entre abstracción y figuración, entre Pollock y Fontana. Parecen hechas con elementos orgánicos: pelo, plumas... Es como si el artista hubiera creado una larguísima cabellera negra en sus cuadros. Da ganas de tocarlos, de peinarlos, de acariciarlos. A lo lejos aparece Jason Martin. Tiene más pinta de surfista que de artista. Tez muy morena, pelo rubio con mechas, camisa muy colorista, vaqueros... Te lo imaginas con el neopreno y la tabla, entre olas. Pero nada más comenzar a conversar con él te das cuenta de que tiene la cabeza muy bien amueblada. Es su primera exposición individual en Madrid. Le encanta el espacio.

Del minimalismo le atrae lo reduccionista; del expresionismo, la parte más expresiva de la pintura. El secreto de su éxito, unir ambas cosas. Su pintura es muy sensual y gestual, al modo de Cézanne, pintor que le apasiona por el trazo, la pincelada: «A veces tengo que reprimir el uso de la figuración. Todo mi interés por la abstracción viene de la figuración». Formado en la Chelsea School of Art y en el Goldsmiths College de Londres, recuerda que le aburrían los típicos pinceles con los que se hacían pastiches. Compró un gran pincel y con el movimiento no solo de la mano, sino de todo el cuerpo, logró formar parte de un selecto club de artistas que ya lo hicieron en el siglo XX: Pollock, De Kooning, Fontana... Sus pinturas se tornan cada vez más escultóricas, tridimensionales: la pasta, los pigmentos se acumulan creando mucho volumen. «Me gusta ir más lejos que Donald Judd». No trabaja sobre lienzo, sino sobre superficies duras y lisas como el aluminio o incluso el níquel.

Su estilo es claramente reconocible, lo cual es una ventaja, pero también corre el peligro de repetirse. «Soy consciente de ello, pero sigo investigando y buscando nuevos lenguajes». Pertenece a los Young British Artists, pero deja claro que ser joven, artista y británico no es sinónimo de provocador. No tiene nada que ver con Hirst, Emin, los Chapman... «No me siento parte de esa generación. No tienen nada que ver con mis preocupaciones; yo pretendo cosas distintas. Distingo entre artistas, a veces un poco neuróticos, y pintores». Cree que al arte le sobra tanto show a su alrededor: «Se ha desmadrado un poco y se ha perdido la esencia del arte. Es repulsivo que existan mafias, lobbys». Y, en medio de tanto ruido, el silencio de las obras de Martin: «El mundo del arte debería ser místico, pero es todo lo contrario. Van a una sala de subastas y no miran el alma de una obra; es solo una transacción económica. Pero no quiero ser hipócrita. Yo formo parte de ese mercado del arte y me beneficio de él». Participó en la polémica muestra «Sensation» de la colección Saatchi. «No sé aún por qué me escogieron; no tengo nada que ver con ellos. Pero sé que el mundo del arte es mejor con Saatchi que sin él, porque ha ayudado a muchos artistas».

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