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La química de las parejas

Garbi Losada ha adaptado y dirigido la versión española que puede verse en el Teatro Bellas Artes con Carlos Sobera y Mar Regueras

La química de las parejas ABC

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

Si la química entre sus componentes impregna toda relación de pareja, la de los Rose es explosiva. Warren Adler escribió «La guerra de los Rose» —una novela que luego trasladó al teatro— nutriéndola con los detalles de un encarnizado caso real; Garbi Losada ha adaptado y dirigido la versión española que puede verse en el Teatro Bellas Artes con Carlos Sobera y Mar Regueras como protagonistas. Estructurada como un largo flash-back , la comedia arranca en el velatorio de los que fueron esposos, y el espectador asiste después al nacimiento de su amor y a la evolución de lo que se convertirá en un feroz combate por quedarse con la casa familiar cuando ella pide el divorcio. Un trabajo ágil y divertido, con pinceladas de humor negro. Losada lo sirve con buen ritmo, en el punto justo, y Sobera, estupendo como el marido fantasmón y estupefacto porque no termina de creerse lo que le pasa, y Mar Regueras, muy bien como la mujer segura de sí misma que decide pasar a primer plano, lo interpretan con brío con el auxilio de Koldo Losada y Xabi San Sebastián.

En «Camas y Mesas» , una interesante comedia cuyo éxito ha motivado su salto del circuito alternativo al comercial, Emilio Williams propone un juego de dobles parejas, una de ellas homosexual, sobre un paisaje de amor y amistad con Nueva York al fondo. Tedd y Charlie mantienen una relación estable, Mar es amiga del alma del primero y, cuando le presentan a Tomás, un divorciado de pasado brumoso, surge el amor. Todos comparten cenas, charlas y confidencias. Cuando las nubes de la rutina y los desencuentros se ciernen sobre ellos, cada una de las parejas lo aborda a su modo. Casi con hechuras de sitcom, Williams plantea una sucesión de escenas rápidas, inteligentemente resueltas y bien dialogadas, que Isabel Pintor, que encarna con soltura a Mar, dirige de forma aseada y sin complicaciones en el Teatro Arenal. Juan Antonio Molina (Tedd), Xabier Olza (Charlie) y Carlos Pontini (Tomás) están perfectos en sus papeles.

No sentimental sino laboral, aunque también tiene su química, es la relación del señor Lino y Nim en «Almacenados» , también en el Arenal. El primero es un trabajador a punto de la jubilación, un personaje de estirpe beckettiana parapetado tras la inamovible rutina, y el segundo, el aprendiz que lo sustituirá y que introduce leves cambios en la «inactividad» del almacén, propicia un desenlace inesperado y acepta la estupidez de un empleo que le reporta, ahí es nada, un sueldo fijo. El autor, David Desola, realiza una irónica reflexión sobre el trabajo, la sumisión a las normas, las diferencias generacionales, la soledad... y lo hace sin empacharse de trascendencia, a base de diálogos sencillos y vivos que depositan briznas de emoción tras las risas que provocan. Juan José Afonso, que ya dirigió en 2005 el estreno de esta pieza, ahora también con escenografía de Jon Berrondo como entonces, firma una dirección fluida y atenta a la evolución de los personajes, encarnados por Cesáreo Estébanez, formidable como un señor Lino de desbordante humanidad, y Francesc Tormos, que le da ajustada réplica.

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