Bill Callahan cabalga sobre Madrid
El artista norteamericano presentó su último disco «Apocalypse» en la Sala Heineken
javier tahiri
La imperfección se hizo belleza ayer de la mano de Bill Callahan. Canciones desaliñadas y arreglos descuidados jamás alcanzaron una categoría tan elevada. En la noche del martes, Bill Callahan hizo grande lo pequeño y logró emocionar a un auditorio con una propuesta íntima, llena ... de calidez, dentro de la cual subyace una pureza que ataca al espectador sin piedad. Sobre el escenario de la Sala Heineken, Callahan no dio un mero concierto. Ofreció algo más.
El artista norteamericano es fiel a sus orígenes. Auténtico pionero del lo-fi, Callahan cuenta con una carrera de más de veinte años, ya sea con su propio nombre o el de Smog. Bajo ambas etiquetas, el de Maryland ha construido una discografía consistente en la que destacan trabajos tan notables como «Red Apple Falls» (1997) o «Sometimes I Wish We Were An Eagle» (2008). Su voz de barítono y unas letras llenas de autenticidad han sido sus principales señas de identidad a lo largo del tiempo.
En esta ocasión, Callahan emprendía su gira española para presentar su último disco, «Apocalypse» (2011). La Sala Heineken bullía en espera del norteamericano, precedido por la artista Sophia Knapp. Con pocas palabras, traje beige y una sobriedad pasmosa, el estadounidense subió al escenario y ofreció un recital memorable. Con la compañía de Neal Morgan en la batería y Matt Kinsey a la guitarra, el cantautor desnudó un repertorio lleno de intensidad en el que desgajó sentimientos colectivos a través de la música. El público lo agradeció y se entregó desde el primer minuto a la causa del norteamericano.
Un recital íntimo
El recital navegó entre guiños a su etapa en Smog y canciones de su último disco. Medios tiempos como «Universal Applicant» se mezclaban con números más pegadizos como «America». El fantasma de Nick Drake se deslizaba entre arpegios en temas como «Our Anniversary» o «Say Valley Maker». No obstante los puntos altos del recital vinieron bajo la etiqueta de su penúltimo disco, «Sometimes I Wish We Were An Eagle». «Rococo Zephyr» y «Jim Cain» mecieron al respetable entre cálidas melodías y guitarras flotantes, en una apoteosis colectiva. En los bises, Callahan se guardó un último as en la manga y, tras algunas peticiones del público, lanzó a la grada «Bathysphere», un himno con sello de Smog que sonó vibrante, con una intensidad contenida y siempre a punto de explotar. El tema logró arrancar el aplauso masivo del público que despidió a Callahan entre agradecimientos.
Durante su recital en Madrid, Bill Callahan exploró las entrañas de la emoción. Con una voz profunda, llena de surcos y que nace de las catacumbas del sentimiento, el artista logró una comunión colectiva con el público. El espíritu de lo irrepetible se manifestó ayer en la Sala Heineken a través de lamentos sinceros y textos íntimos. Pocas veces se pudo hacer más con menos.
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