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El día que DSK bajó a los infiernos

Durante poco más de un quinquenio, Strauss-Kahn pasó de la insignificancia política a los más altos cargos de la burocracia socialista

El día que DSK bajó a los infiernos AP

JUAN PEDRO QUIÑONERO

Seducción, sexo, mujeres, poder, lujo, riquezas, tráfico de favores no siempre consentidos, implacables relaciones de fuerza se cruzan de manera inextricable en la vida de Dominique Strauss-Kahn (DSK), desde la infancia hasta la cúspide de la influencia internacional y su dimisión como director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), encarcelado, acusado de un turbio escándalo sexual. La más influyente élite socialista francesa, integrada por ex ministros, altos funcionarios, dirigentes de grandes bancos e instituciones, directores de periódicos y cadenas de radio y TV, hace muchos años que conocían los temibles riesgos de esa tela de araña, pero prefirieron callar, como las tres sucesivas esposas de un hombre perdido, finalmente, por unos impulsos de los que existen numerosos antecedentes y testimonios.

DSK nació en Neuilly, en la periferia más acomodada de París, pero creció entre Agadir (Marruecos) y Mónaco, donde su padre ejercía como consejero jurídico y fiscal de marroquíes y tunecinos ricos, con mucho dinero para invertir o gestionar discretamente. Michel Taubmann, biógrafo muy político de DSK, ha sido el primero en evocar los primeros años de formación, en Agadir, en una suntuosa mansión familiar donde los Strauss-Kahn ofrecían fiestas con mucha frecuencia, para cuidar con mucho celo las relaciones amistosas y comerciales. «Agadir fue el paraíso, para mí y mis hermanos», diría ya famoso DSK, recordando una infancia dorada. Una gobernanta políglota enseñó a los niños el inglés y el alemán que más tarde le serían muy útiles. Sus primeros rudimentos de árabe y español datan también de aquellos años. La familia tenía una o dos gobernantas cosmopolitas, para cuidar de los niños, un mayordomo, una cocinera, varias sirvientas. El legendario terremoto de Agadir, en 1960, puso fin a aquellos primeros años dorados.

Juventud de lujo en Mónaco

Franceses, de origen alsaciano (el padre) y tunecino (la madre), los Strauss-Kahn no volvieron a Francia directamente. Buena parte de la clientela magrebí del padre residía en la Costa Azul y Mónaco, donde el padre de DSK prefirió instalarse, como consejero jurídico y fiscal, para estar más cerca de una clientela de grandes fortunas. Por aquellos años, Mónaco era la residencia de paso de muchos millonarios, que «refugiaban» inmensas fortunas amparándose en el sistema fiscal de un principado donde personajes como Aristóteles Onassis organizaban fiestas y saraos.

En ese Mónaco creció DSK, instalado en una lujosa residencia frente al mar, estudiando bachillerato en el instituto Alberto I, visitado frecuentemente por la princesa Grace y su pequeña corte familiar. Una tarde de primavera, el futuro presidente del FMI, mujeriego empedernido, descubrió, horrorizado, que su propio padre se paseaba dando el brazo a una de sus amantes, por el paseo marítimo de Mónaco, sin importarle mucho la sensibilidad de su esposa y sus hijos. Según uno de sus biógrafos, DSK, al borde de las lágrimas, le dijo a su primera novia y futura esposa: «Yo no humillaré a mi mujer de ese modo».

No tenía veinte años. Pero su madre ya había sufrido las infidelidades sin decoro de su esposo, que pronto decidiría abandonar Mónaco para instalarse en uno de los rincones más caros y selectos de París, en los altos del Trocadero, no lejos, precisamente, de una de las residencias familiares de los Grimaldi reinantes en Mónaco, donde residirían, años más tarde, las princesas Carolina y Estefanía.

Bachiller, ya en París, el joven DSK no sintió ninguna tentación por izquierdismos ni locuras políticas de ningún tipo. Su padre le compró un coche y un piso, se casó con su primera novia de Mónaco (Hélène Dumas, madre de sus tres primeros hijos) y comenzó a estudiar en una selectísima escuela de negocios, la HEC (École des hautes études commerciales), donde trabó amistad con muchos de los futuros grandes patronos de Francia. DSK todavía estudiaba cuando estallaron las legendarias jornadas del mes de mayo de 1968. «La revolución está muy bien. Pero antes tengo que terminar la carrera», cuentan sus biógrafos que habría dicho Dominique Strauss- Kahn del «tumulto estudiantil», perfectamente ajeno a su sensibilidad de joven mucho más proclive a los más selectos deportes (tenis, esquí), consagrado a labrarse un destino glorioso.

Cuando los alumnos de fin de carrera en la HEC fueron invitados a comentar sus aspiraciones, en clase, DSK afirmaría: «Personalmente, me veo bien como ministro de Finanzas o premio Nobel de economía».

Durante años se inclinó por la enseñanza. Fue invitado muy joven a dar cursos en la californiana Standford University. En aquella época, el economista brillante llevaba barba, fumaba en pipa, y publicaba severos artículos en revistas especializadas. Hasta que la tentación de la política le descubriese el erotismo del poder, en la burocracia del Partido Socialista (PS) de François Mitterrand.

El economista más brillante de la más selecta escuela de negocios se dejó arrastrar hasta los oscuros pasillos de un partido muy atractivo. Al final de los años 70 del siglo pasado, era evidente que Mitterrand llegaría al poder. Y Dominique Strauss-Kahn decidió que era el momento de entrar en política, poniendo su talento al servicio de una causa política ascendente.

El primer divorcio

Durante poco más de un quinquenio, DSK pasó de la insignificancia política a los más altos cargos de la burocracia socialista. Incluso llegó pronto a ser ministro de Mitterrand (Comercio, Industria). Abandonada la carrera de futuro premio Nobel, se abrían las perspectivas de burócrata controlando un megaministerio. Había llegado la hora del primer divorcio. Una esposa provinciana fue sustituida por una ambiciosa burguesa, directora de una influyente agencia de comunicación política, Brigitte Guillemette. «Cuando DSK aparecía en las reuniones del partido con su nueva esposa, sus aires de burguesa rica causaban espanto entre los militantes —comenta hoy un funcionario del PS que prefiere guardar el anonimato.

Madame Strauss-Kahn sería pronto abandonada. Convertido en una estrella emergente del socialismo francés, DSK conoció en un estudio de televisión a una periodista millonaria, famosa, Anne Sinclair, en el cénit de su fama, indisociable de los dos mandatos presidenciales de François Mitterrand. Ella, casada con un periodista político, encontró en DSK al hombre brillante y ambicioso que más correspondía con sus ambiciones personales. Él, camino del olimpo político, encontraba la nueva esposa que debía instalarlo definitivamente en el club muy cerrado de los posibles candidatos a la presidencia de la República.

En 1997, Lionel Jospin, primer ministro socialista, cohabitando con un presidente conservador, Jacques Chirac, nombró a DSK ministro de Economía e Industria. Fue su primer gran momento de gloria. Y el principio de un inconcluso calvario. El ministro más influyente de su tiempo se vio forzado a dimitir, atrapado por un oscuro escándalo de sueldos mal justificados (600.000 francos de la época cobrados de un sindicato estudiantil, socialista). Por aquellos años, DSK incluso «seducía» a los hombres.

Sinclair conocía su fama

Ya consagrado como el mejor candidato socialista contra Nicolas Sarkozy, en 2008, Aurélie Filipetti, diputada socialista, declaró al diario suizo Le Temps: «Guardo un recuerdo muy penoso de una tentativa de “ligue”, muy grosera, de DSK. Desde entonces, siempre he evitado encontrarme con él en una habitación cerrada». Su esposa, Anne Sinclair, no desconocía la fama creciente de su esposo, en la cúspide de la influencia nacional e internacional, y respondió al semanario L'Express: «Para un político, es muy importante ser un gran seductor».

La periodista Tristane Banon, hija de una diputada socialista, ha contado en radio y TV como DSK la invitó a tomar una copa, a solas, en un apartamento propio, vacío, con una cama y un televisor. El ex ministro y director del FMI la arrastró por el suelo y terminó arrancándole el sujetador. «Parecía un chimpancé excitado», dice Banon. Por las mismas fechas, el Wall Strett Journal descubrió el acoso de una funcionaria del FMI, que terminó aceptando relaciones sexuales «sin entusiasmo».

En París, esas tentaciones del más famoso líder socialista no eran un secreto. El escándalo sexual neoyorquino ha terminado permitiendo las primeras confidencias de fondo. Daniel Cohn-Bendit declara: «Yo tenía a DSK por el mejor candidato. Pero algunos amigos me anunciaban una catástrofe, graves “razones personales” que terminarían precipitando una catástrofe».

Elisabeth Guigou, diputada socialista, ex ministra de Justicia, afirma: «Todos conocíamos la reputación de Dominique, incluso como libertino». La abogada socialista Gisèle Halimi comenta: «Estoy avergonzada del comportamiento de mis amigos socialistas, que han hecho una “piña” defendiendo a este personaje, olvidándose de la víctima, una mujer sola, pobre, amenazada. Es a ella a quien va mi primera compasión».

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