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Un terremoto sacude la política francesa

La ultra Marine Le Pen puede ser la gran beneficiaria del desvío de los votos socialistas

Un terremoto sacude la política francesa

JUAN PEDRO QUIÑONERO

La detención e inculpación del director del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, de 62 años, por el delito de agresión sexual contra una camarera el pasado sábado en un hotel de Nueva York, se ha convertido en un terremoto cuya onda expansiva tiene graves consecuencias para la política, la campaña de las próximas elecciones presidenciales, incluso para la credibilidad internacional de Francia.

Consciente de la gravedad del problema, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha dado esta consigna al gobierno: «Silencio». François Baroin, ministro del Presupuesto y portavoz oficial, razona de este modo: «Debemos respetar el principio de la presunción de inocencia». Se trata de la más obligada hipocresía. DSK era el rival más temible para Sarkozy. Su eliminación política es una «buena» noticia, con temible metralla: queda abierta la veda a la vida privada de las élites.

Al mismo tiempo, la discreción deseada por Sarkozy no ha sido respetada por todos los políticos conservadores. Bernard Debré, diputado de la Unión por el Movimiento Popular (UMP), el partido de Sarkozy, estima que las acusaciones que pesan contra DSK también son una «vergüenza» para Francia, ya que el funcionario mejor pagado del mundo había conseguido ese puesto gracias al apoyo del gobierno.

«Era vox populi»

El terremoto político tiene muchos otros flecos. Marine Le Pen, presidenta del Frente Nacional (FN, extrema derecha) fue la primera en reaccionar, con una daga verbal: «Si se prueban las acusaciones, es una buena noticia para Francia. La Justicia estadounidense podrá confirmar lo que sabía todo el mundo, y toda la élite política y periodística callaba».

El Partido Socialista (PS) se ha dividido entre partidarios y adversarios de DSK; divididos, a su vez, entre los hipócritas de distintos bandos. Entre los fieles de DSK, Jean-Marie Le Guen y Jean-Christophe Cambadelis no se creen las versiones conocidas del escándalo y denuncian que se trata de un «golpe bajo», un montaje: «Ese comportamiento no es el del hombre ni la cultura política que nosotros conocemos».

Más sibilinas, Martine Aubry y Ségolène Royal, aspirantes ambas a la candidatura socialista para las presidenciales, piden «calma», evitan pronunciarse sobre el fondo del problema y se limitan a decir: «Nuestros electores esperan de nosotros una respuesta clara a sus problemas».

La consternación socialista afecta a la metralla electoral. Hasta ayer, DSK era el candidato socialista mejor situado para derrotar a Sarkozy en las presidenciales de abril de 2012. Según los sondeos, solo él podía vencer a Sarkozy, si Marine Le Pen no lo eliminaba antes, en la primera vuelta.

Las inmensas proporciones del escándalo quizá hayan arruinado la carrera política de DSK, abriendo una lucha sin cuartel por la candidatura socialista. Todo el juego electoral queda modificado a la izquierda, donde otros candidatos, ecologistas, comunistas y de extrema izquierda, deberán recomponer sus estrategias. La extrema izquierda y los comunistas se congratulan, cuando las izquierdas moderadas y centristas temen la ascensión de Marine Le Pen, que pudiera ser la gran ganadora del escándalo.

El voto obrero

Cuando el PS y el Partido Comunista han dejado de representar a las clases populares, un 36% o un 38% de los obreros franceses se dicen prestos a votar a Marine Le Pen, que lleva años denunciando los escándalos. Según los sondeos, DSK podía ganar a Sarkozy y Marine Le Pen. Pero las mismas encuestas afirman que Marine Le Pen puede «barrer» al resto de los aspirantes a la candidatura socialista contra Sarkozy.

Todos temen que este escándalo sexual abra una temible veda: muchos de los candidatos a la presidencia tienen vidas íntimas «complicadas», que pueden convertirse en campos de minas. Este caso promete semanas y meses de posibles revelaciones sobre su vida íntima y la de otros candidatos y candidatas. Se trata de un terreno inflamable, para los principales rivales, comenzando por Sarkozy, Ségolène y Hollande.

Los rumores sobre el posible embarazo de la primera dama, Carla Bruni, recuerdan la fragilidad de la vida personal del presidente. Por otro lado, Hollande, divorciado, lleva una vida igualmente «compleja», unido a una conocida periodista. Ségolène (divorciada de Hollande) preserva su vida privada, pero no es un secreto su unión con un conocido empresario.

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