El miedo a las revueltas árabes lleva a la UE a limitar la libre circulación

Los ministros del Interior de la UE y la Comisión Europea, reunidos ayer en Bruselas, aseguraron que la libre circulación de ciudadanos no está en juego tras la decisión de Dinamarca de instaurar ciertos controles en sus fronteras. Pero al mismo tiempo una mayoría de gobiernos defendió la reinstauración parcial de controles, y el Ejecutivo comunitario, obligado a la defensa del interés europeo, asintió con el silencio. El miedo a una posible avalancha de emigrantes desde el convulso norte de África, que se ha mezclado con los intereses electorales defendidos por los grupos nacional-populistas, ha creado una situación inesperada en la Unión.

La primera y más preocupante constatación es que los ministros del Interior de los Veintisiete no vieran nada raro en la decisión danesa de instaurar ciertos controles en las fronteras terrestres con Alemania y el puente internacional con Suecia. El ministro del Interior alemán, Hans-Peter Friedrich, fue el único que llegó a Bruselas después de haber declarado en su país que «bajo ninguna circunstancia aceptaremos ninguna medida que limite la libertad de circulación que consagra el Tratado de Schengen». Sin embargo, una vez en el Consejo, el representante de Dinamarca , Soren Pind, pidió la palabra para explicar los detalles de lo que piensa hacer su Gobierno, y según el representante húngaro (que ejerce la presidencia rotatoria) «nos dio garantías a todos de que se aplicarán las reglas de Schengen» que todos sus colegas aceptaron.

De hecho, en la discusión general sobre la evaluación del tratado de Schengen, la mayoría de países se mostraron favorables a la reintroducción de controles en caso de que se produzca un flujo descontrolado de inmigrantes procedentes de los países del Magreb, en estos tiempos de revueltas, como han propuesto Francia e Italia. La Comisión insistió en que defenderá el derecho a la libre circulación, pero lo hizo con una actitud contradictoria. La comisaria de Interior, la sueca Cecilia Malmstrom, dijo que «la Comisión no va a hacer nada para debilitar Schengen» pero a la vez aceptó que «hace falta más claridad en las reglas» incluyendo las que permiten la reintroducción de controles. Por un lado, para la comisaria «poder viajar de Finlandia a Portugal sin controles fronterizos es algo muy valioso, un regalo para los ciudadanos»; pero por otro, ante el contencioso planteado por Dinamarca, entiende que «todavía no hemos tenido ocasión de examinar las medidas».

Según Pind, su Gobierno se limitará a ordenar que «las oficinas de aduanas hagan lo que siempre han hecho, verificar si hay armas y drogas, si con los escáneres se detectan cantidades extrañas de personas en vehículos extraños... Y esto no tiene nada que ver con controles de personas o pasaportes». Para el danés, la polémica incluye «mucho ruido y pocas nueces» y se debe a que «puede que sea más fácil criticar a un país pequeño de 5 millones de habitantes (como Dinamarca) que a otros de 55 ó 60 millones» en referencia a Italia y Francia, que son los que han iniciado el debate.

De manera que por lo menos quince países respaldan ahora que se amplíen los motivos para poder limitar el derecho a la libre circulación y, en contra de lo que parecería más razonable en este caso, la casi totalidad se opone a que sea la Comisión la que decida si se cumplen las condiciones para aplicar esas restricciones como pedía Malmstrom. España ha insistido en que el refuerzo de las fronteras exteriores y de la agencia europea Frontex haría innecesario tomar medidas en las aduanas interiores, aunque por ahora aún puede más el temor a que se produzca una avalancha que no se pueda contener.