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Herido Curro Díaz

Herido Curro Díaz GOGO LOBATO

ANDRÉS AMORÓS

Las calles de Sevilla son museo vivo de historia de la mejor Tauromaquia. En la Alameda de Hércules recuerdo a Joselito el Gallo, cumbre del clasicismo, y a Chicuelo, representante de la gracia sevillana; en el Altozano, al genio, Juan Belmonte; en la Alfalfa, al temerario Espartero; en San Bernardo, a Cúchares y a los Vázquez; en el Gran Poder, a Rafael el Gallo; en Pino Montano, a Ignacio Sánchez Mejías...

Mis amigos siguen hablando de toros y de Manzanares: Carlos Herrera también quiere ser «sevillano de adopción», como yo decía del diestro. (¡Toma, y yo!). Antonio Burgos puntualiza, jugando con su apodo: «No Manzanares: Guadalquivir, entre naranjos y olivos». Me aclara que el precioso pasodoble que acompañó su gloria es «Cielo andaluz»: tan universal como esta tierra, pues también se interpreta en México.

A estas alturas de la Feria (taurina y de farolillos) la gente está un poco cansada; el centro está vacío, como en una estampa de Romero Murube; salvo los turistas, que, plano en mano, buscan cómo llegar al Gran Poder...

Vuelve Juan Mora a Sevilla después de años: no alcanza el éxito apetecido. El primero se para pronto. Por la derecha, la faena es compuesta, aseada, sin más. Lo mejor es que lleva la espada de verdad (¿por qué no le imitan los demás?) y, antes de que el toro se entere, lleva puesta la estocada. Pero el puntillero lo levanta y la ovación se diluye.

Lancea con plasticidad al cuarto, colorado, abierto de pitones. Lo brinda al público pero la embestida es algo descompuesta: no hay faena completa, sólo detalles de torería, propias de la madurez. El toro se raja y, al llevar el diestro la espada de verdad, vuelve a aprovechar la ocasión.

El segundo es flojo, mansea. Levanta un clamor Montoliú, yendo al toro, paso a paso, en banderillas, como hacía su padre. Curro Díaz, muy decidido, se mete en su terreno y le saca buenos muletazos, en corto, pero el toro no da más de sí. Mata bien.

Derriba espectacularmente el quinto, colea un monosabio. Le pegan mucho en la segunda vara: se defiende en banderillas, cabecea en la muleta. Curro Díaz vuelve a estar muy decidido, consigue buenos naturales pero, en un derrote, es herido en la pierna. Acaba con él Juan Mora.

El Fandi garantiza profesionalidad, espectáculo: da dos largas de rodillas, gallea, entusiasma al público con dos «moviolas». Va bien el toro, lo aprovecha con muletazos templados, dominadores. Buena estocada.

Vuelve a brillar en banderillas en el sexto, aunque recibe un palotazo, en el violín. Se pelea con él pero el toro corta con peligro. Se vuelca al matar.

Corrida típica de final de Feria, entristecida por el percance de Curro Díaz, que paga con sangre su decisión. Después de unas gotas de lluvia, ha brillado, toda la tarde, el hermoso cielo andaluz.

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