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liga de campeones

Dignidad del Madrid en una caída anunciada

El Barcelona llega a la final de la Champions en un partido jugado con el marcador de la ida y apoyado en el talento de todos sus hombres

Dignidad del Madrid en una caída anunciada reuters

José MANUEL CUÉLLAR

Diez minutos de dentelladas, cinco de mordisquitos y media hora de buscar aire como pez en el agua. Pero siempre, siempre, con dignidad y actitud, mucha más que en el partido de Liga y en la primera parte de la ida. El Madrid hizo lo que tenía que hacer, lo que podía, lo que le reclamaba el alma. Vivir o morir, pero al menos intentarlo en el camino. Puso en apuros al Barcelona mientras le aguantaron los pulmones, poco porque ante los azulgrana el aire se va con más facilidad que ante el resto. Toca y toca y nada, o casi nada le afecta. Solo tiene que esperar y ver cómo el rival se le desmadeja solo. No es fácil hacerlo, aunque viéndole lo parezca. Hay que tocar con mucha velocidad y gran precisión para eludir una presión de este tipo, pero el Barcelona lo hace, por eso está donde está y los demás varios peldaños por debajo. [Así lo hemos contado]

El Madrid, cierto es, podría haber aguantado cinco o diez minutos, con otros jugadores más en forma de los que sacó Mou. Por ejemplo, Kaká e Higuaín habían entregado la cuchara a los diez minutos , sin el ritmo necesario para aguantar un partido de esta índole donde el esfuerzo físico es máximo y la exigencia gigantesca.

Ahogo progresivo

En cuanto dos bajaron los brazos, con la lengua fuera, las carreras que tuvieron que dar los demás fueron mayores, así que primero cayó uno, luego otro, y otro. Al cuarto de hora, los blancos replegaban velas, buscando un respiro, dejando metros por delante y espacios para que los azulgrana, tremendos, tocasen y tocasen. Adelantaban un metro, dos, y cada vez veían a Casillas más de cerca. Al minuto 20 le vieron el pelo de cerca y a la media hora aquello ya era un acoso y derribo, d erribo que evitó el mismo Íker, colosal en todo momento, imbatible a tiros desde todos los ángulos , flojos, fuertes, medianos. El Madrid se disolvía cual azucarillo y la zona ancha pedía refuerzos. Xabi buscaba solidaridad en Higuaín, Marcelo en Cristiano y, mientras, Di María cogía una espada gigante y se lanzaba en solitario contra molinos que no eran imaginarios, sino de cemento con los que chocaba ora sí, ora también. [Estadísticas]

A los blancos se les iban los metros, los minutos y la bombona de oxígeno casi a la misma velocidad mientras que su entrenador miraba las paredes acolchadas de su habitación en una mirada desesperada, impotente. ¿Por qué? Porque eres muy bocas y por eso ahora toca verlo en la lejanía, sin posibilidad de poner parches a los agujeros que se iban abriendo en el casco de tu nave.

El Madrid se fue al vestuario indemne y dando gracias al llorón cielo porque Messi le pudo hacer un destrozo descomunal, sin siquiera la esperanza de a ver si suena la flauta en la segunda mitad, con algún cambio, alguna solución, un error del rival, un rebote, algo que deje ver un resquicio de luz...

El partido adecuado

¿Y el Barcelona? Bien, gracias. Tranquilo, jugando entre el colchón del resultado del Bernabéu y la tranquilidad que le daba el talento, enorme, de la mayoría de sus jugadores. No enloqueció, ni desesperó. Jugó su partido, con serenidad, tocando, sin alegrías absurdas, cada uno en su posición y todo muy estudiado. Un encuentro jugado con la ida y la vuelta, con esa maestría de la que tanto alardea Mourinho y que, sin embargo, esta vez estuvo del lado del banquillo rival. Jugó Iniesta, y eso dio un plus enorme de posesión de balón y minutos de paz a su equipo.

La continuación fue el espejo de los primeros minutos del primer tiempo. Con el aire recuperado, el Madrid lo volvió a intentar, pero en vano. El Barcelona le pilló una contra y el pase, profundo y perfecto de Iniesta a Pedro dejó lista la eliminatoria .

Lo mejor que tuvo el Madrid, y es lo que había tenido durante todo el partido, es que nunca se rindió. Karanka, o Mou al teléfono, metió cambios y el equipo cogió aire. En un robo de balón, Di María tiró al palo pero su rechace lo cedió a Marcelo para igualar el partido y meterse de lleno en la lucha . Muy meritorio, muy del Madrid, más que digno. Así se puede morir, de pie, y en el área del rival, no escondido bajo las alas, enormes, de Casillas.

Luego, lo siguió intentando el Real, con ganas, con intención, buscando hasta el final, pero ya era tarde, no tenía fuerzas y el Barcelona, muy crecido y confiado, se cerró lo suficiente para tapar todos los huecos y llevarse una eliminatoria muy bien jugada. Está en la final y ha llegado a Wembley con todo el merecimiento del mundo.

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